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¿Quién inventó la Oktoberfest moderna? Descubre a Georg Lang

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Si dejamos de lado los avances que se lograron gracias a los descubrimientos de Carl von Linde en el campo de la producción artificial de frío; la forma en la que los Sedlmayer de Spaten revolucionaron la Lager; o cómo una carrera de caballos terminó convirtiéndose en la mayor fiesta de la cerveza del planeta, llegaremos a la conclusión de que la historia cervecera de Múnich es bastante hermética. 

Es cierto que en el documental Straight Outta Giasing, Steffen Marx de la cervecería muniquesa Giesinger Bräu, desvela algunos aspectos bastante curiosos del sector de la ciudad que durante un tiempo fue la capital mundial de la cerveza, pero no nos llamemos al engaño, tampoco profundiza demasiado y claramente no persigue herir demasiadas susceptibilidades, por mucho que busquen posicionarlo como un transgresor. Si queremos conocer a un verdadero enfant terrible de la cerveza bávara tendríamos que retroceder unos 130 años, pero haciéndolo solo cuatro ya conseguiríamos algo.

 

¿Quién fue el verdadero ‘amo de la Oktoberfest’?

 

La división alemana de Netflix produjo en 2020, Oktoberfest: cerveza y sangre, una miniserie que repasa el origen y las interioridades de una fiesta en la que inicialmente la cerveza jugó un papel muy secundario. La historia gira alrededor de la figura de Curt Prank, un turbio cervecero interpretado por Misel Maticevic que desembarca en Múnich a finales del siglo XIX y que no tiene ningún límite en sus estrategias para buscar su hueco en el oligopólico mercado de las cervecerías de la ciudad. Sobre todo, porque, como vemos en el metraje —y como ocurrió en la vida real— los puestos de la multitudinaria Oktoberfest estaban reservados para los fabricantes locales y sus asociados.

Las prácticas de Prank para conseguir un hueco en el mercado le llevan a deshacerse de los competidores de forma violenta o a orquestar romances con los herederos de las cervecerías rivales. Oktoberfest: cerveza y sangre está inspirada en hechos reales, en personajes que existieron, de los que quedan registros y que realmente marcaron un cambio en la tradicional Oktoberfest y la forma en que se celebraba. El ambicioso cervecero Curt Prank no existió como tal, pero su trayectoria y alusiones en las diferentes tramas nos remiten a Georg Lang, un empresario que llegó a Múnich a fines del siglo XIX proveniente de Núremberg.

Los “dueños” de la Oktoberfest y los que manejaban el mercado de la cerveza en la capital bávara, como era de esperarse, no le pusieron las cosas fáciles a Lang (en la vida real) ni a Prank (en la serie histórica de Netflix). Y es aquí donde se mostró especialmente hábil para ganar protagonismo y terminar por convertirse en lo que en la serie denominan «el amo de la Oktoberfest».

 

Georg Lang y la Oktoberfest moderna

 

Se sabe que, en 1889, Georg Lang dirigía la posada Krokodil (cocodrilo) en el número 2 de la Weintraubengasse de Núremberg. Allí servía cerveza de la Lederer Brauerei, una cervecería cuyos orígenes se remontaban al año 1468, lo que la convertía en la más antigua de la ciudad. La ascendencia de Lang sobre la fábrica debió ser tal que consiguió que Lederer adoptase como logotipo un cocodrilo rodeando una jarra de cerveza, lo que le ayudó a promocionar su reptiliano local. Pionero de la hostelería, los artículos de los periódicos elogiaban que su taberna, además de contar con una banda de 25 músicos que tocaban diariamente, fuese una de las primeras de Alemania en iluminarse con electricidad. 

Lang era un auténtico bon vivant, lo que se reflejaba no sólo en su impresionante barriga y su llamativo bigote, sino también en la pasión por la velocidad.  Le gustaba viajar tan rápido en sus carruajes por Núremberg que fue multado en más de una ocasión. Con la prosperidad del ‘cocodrilo’ garantizada, a partir de 1896 se hizo cargo de otras tabernas, entre ellas la Goldener Hahn de la Königstrasse de Núremberg, pero fue a partir de comenzar a participar en fiestas populares por toda Alemania cuando tuvo su epifanía.

Viendo el potencial de estos eventos, en 1898 puso sus ojos en la Theresienwiese de Múnich, el prado a las afueras de la ciudad en el que se celebraba la mayor fiesta de Baviera. Como puede verse en la serie de Netflix, conseguir participar en el evento no era nada fácil, pero con ayuda de testaferros se aseguró cinco puestos en el recinto. 

Lejos de conformarse con los formatos habituales, Lang buscó diferenciarse desde el primer momento, por lo que instaló su ‘Sala de los Gigantes Bávaros’, una carpa de mil metros cuadrados con capacidad para 6.000 personas en la que empleaba a 120 trabajadores y donde tocaba una banda de una treintena de músicos. Todo esto representó una novedad sin precedentes en la historia de la Oktoberfest, ya que hasta entonces la cerveza sólo se servía en barracas y en pequeños puestos.

La gran carpa no cumplía algunas de las condiciones para ser autorizada, pero el empresario consiguió que el ayuntamiento de Múnich le concediese el permiso con sólo un voto en contra. Curiosamente, una propuesta de idénticas dimensiones presentada por Michael Schottenhamel (otro apellido que todavía está muy vigente en la Oktoberfest) en 1881 había sido rechazada por el consistorio municipal.

 

La revolución de las carpas cerveceras: de Märzenbier a 11.500 comensales

 

En ‘los Gigantes Bávaros’ se servía la Märzenbier de la Münchner Kindl Bräu acompañada de las típicas salchichas de Núremberg, que se anunciaban como una sabrosa especialidad. Cerveza y comida estaban amenizadas con música. Además de subir él mismo y ejercer como director improvisado, para evitar que decayese la fiesta, Lang imprimió 50.000 folletos con canciones que animaban al público a cantar. En su tienda se popularizó la canción Ein Prosit der Gemütlichkeit, (probablemente el tema de la Oktoberfest más reproducido en la actualidad). También añadió el conocido brindis Oans, zwoa, drei, ¡g’suffa! Solo por esto ya podría considerarse “el padre del ambiente de la carpa cervecera”, pero hubo mucho más. 

Es importante destacar que la cerveza que se servía en la carpa respetaba la norma proteccionista de autorizar únicamente la venta a fábricas situadas dentro de los límites de la ciudad de Múnich. Fundada en 1880, la Münchner Kindl Bräu estaba ubicada en la calle Rosenheimer, en el distrito de Haidhausen. Su competidora más próxima estaba frente a ella, era la Bürgerbräukeller, la cervecería en la que comenzó el Putsch de 1923 y en la que Hitler escapó milagrosamente de un intento de asesinato. La vida de Kindl como cervecera independiente fue bastante efímera. En 1905 pasó a manos de Unionsbräu y, tras la fusión de 1921, a las de Löwenbräu, que la acabaría cerrando tras la Segunda Guerra Mundial.

El poder que llegó a conseguir Georg Lang en tan poco tiempo y la facilidad con la que tejía y deshacía alianzas, todavía hoy sigue sorprendiendo. En 1903, consiguió que la cervecería Augustiner le construyese una carpa de 2.000 metros cuadrados. ‘El castillo de la cerveza’, fue diseñada por el arquitecto Albin Lincke y tenía elementos típicos de Núremberg, como el entramado de madera, las almenas y el rastrillo característico de las fortalezas. En esta tienda se ofrecía, entre otras cosas, el típico pan de jengibre de Núremberg.

En los meses en los que la Oktoberfest no lo mantenía ocupado, Lang consagraba su tiempo a la dirección del Münchner Kindl-Keller, una imponente construcción que Friedrich von Thiersch convirtió en 1899 en el edificio cubierto más grande de Múnich. Decorado en el estilo del Renacimiento alemán y con el gigantesco emblema de la Münchner Kindl en la fachada, podía atender a un total de 11.500 personas al mismo tiempo. Todo esto hizo que, en pocos años, Múnich se convirtiese en la patria adoptiva de Georg Lang y que su esposa Mina continuase dirigiendo la carpa de la Oktoberfest tras su muerte, en 1904.



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