En los últimos años, las noticias que llegan de las cervecerías Trapenses son muy poco positivas. Desgraciadamente, salvo que se produzca un milagro, la actividad en el monasterio de Maria Toevlucht, situado entre Zundert y Schijf, en los Países Bajos, finalizará en breve. Correrá la misma suerte que sus hermanos belgas de Achel y los estadounidenses de Spencer.
Según un portavoz de la comunidad, la falta de monjes para mantener el monasterio en funcionamiento hace imposible la continuidad. A pesar de ello todavía no tienen claro qué pasará con Zundert, la marca de cerveza que se elaborada dentro de los muros de esta abadía del Brabante Septentrional. La fábrica podría seguir existiendo, pero, si ese fuese el caso, la Zundert 8 Tripel y la Zundert 10 Quadrupel tendrían que dejar de llevar el sello octogonal que las certifica como ‘Auténtico Producto Trapense’. Esto fue precisamente lo que le sucedió a Achel no hace mucho.
El caso de Achel: cuando una cerveza trapense pierde su sello
En 2021, los dos últimos monjes de la Abadía de San Benito de Hamont-Achel, más conocida como Achelse Kluis, recogían sus exiguas pertenencias y se trasladaban a la Abadía de Westmalle —sede de otra reconocida cervecería Trapense—. Dadas las escasas posibilidades de retorno y la degradación que estaba padeciendo el lugar, los Trapenses pusieron en venta los edificios y la fábrica de cerveza.
Aunque el conjunto fue adquirido por el empresario belga Jan Tormans, hasta que la venta se hizo efectiva, Achel siguió comercializando su cerveza. Lo hizo sin el reconocido sello, ya que en su proceso de elaboración ya no participaban los monjes de esa comunidad. Sin embargo, dado que Achelse Kluis seguía siendo propiedad de la Abadía de Westmalle, pudieron seguir etiquetando su producto como “cerveza Trapense”, aunque a partir de ese momento luciese el escudo de armas del monasterio en lugar del logotipo de ‘Auténtico Producto Trapense’.
En el momento de la compra, Tormans —hijo de un agricultor y propietario de una importante empresa de ingeniería— además de garantizar el mantenimiento de los edificios, que están protegidos, así como de las 25 hectáreas de terreno de la abadía, anunció sus planes para conseguir que las cervezas de Achel pasasen de los 4.500 hectolitros a los 40.000, objetivo extremadamente optimista en un momento marcado por el descenso del consumo en el país y la caída de las exportaciones.
Maria Toevlucht: un legado monástico en peligro de extinción
«Este mes se celebra el 125º aniversario de la abadía. Será un momento triste, ya que los monjes tendrán que buscar un nuevo hogar. Todavía no se ha determinado la fecha oficial para el cierre», declaró el portavoz de Zundert en el momento de anunciar que los religiosos habían solicitado a la orden permiso para cerrar la abadía, solicitud que será tramitada a partir de septiembre.
Fundada en 1899 por trapenses franceses que huían de las leyes de secularización implantadas tras la Revolución Francesa, Maria Toevlucht albergó en su día a más de setenta monjes. Hoy en día, solo quedan seis después de que tres hermanos abandonaran la abadía por diversas razones durante el último año.
La actividad cervecera moderna comenzó en el año 2013. Buscando una ocupación que les garantizase recursos, Zundert abrió la cervecería De Kievit en una zona del recinto, convirtiéndose en la segunda Trapense de los Países Bajos. La otra, la Abadía de Koningshoeven, en Berkel-Enschot —también en el Brabante Septentrional— mantiene desde 2000 una relación comercial con el gigante Bavaria.
Ese acuerdo no estuvo exento de polémicas en su momento e incluso sus cervezas —etiquetadas como La Trappe— dejaron de llevar el sello de ‘Auténtico Producto Trapense’ durante una temporada. Aparentemente el acuerdo con la familia Swinkels, propietaria de Bavaria, ha garantizado la continuidad de la comunidad y la cervecería.
Por qué el modelo de nuevas cervezas trapenses no ha funcionado
El cierre de Zundert no solo reduce el número de cervezas Trapenses disponibles en mercado. También podría parecer poner fin a una tendencia iniciada en las abadías de esta orden hace dos décadas. Algunas de ellas, viendo el éxito de sus hermanos de Chimay, Westmalle, Orval, Rochefort, Westvleteren y La Trappe, pensaron que la cerveza podría ser una actividad más rentable y menos pesada que las que desarrollaban hasta esos momentos.
La primera en emprender un proyecto de esta envergadura fue Achel, que a principios de este siglo contó en su puesta en marcha con el apoyo financiero y el asesoramiento técnico de Westmalle y Rochefort. No obstante, el lanzamiento que recibió una mayor cobertura fue el de Spencer, la marca de la St. Joseph’s Abbey. Ubicada en Massachusetts, Spencer fue la primera y única cervecería Trapense en suelo estadounidense. La actividad comenzó oficialmente en diciembre de 2013.
Lo hizo combinando el lustre monacal del viejo mundo y una clara apuesta por la sostenibilidad. Aprovechando la pujanza que vivía la American craft beer, su llegada generó una enorme expectación y entusiasmo entre los aficionados, sin embargo, en un mercado cada vez más competitivo y complejo, nada puede garantizar el éxito comercial.
«Después de más de un año de consultas y reflexión, hemos llegado a la triste conclusión de que la elaboración de cerveza no es una industria viable para nosotros, por lo que es hora de cerrar la Spencer Brewery. Queremos agradecer a todos nuestros clientes su apoyo y aliento a lo largo de los años. Nuestra cerveza seguirá disponible en los puntos de venta habituales hasta agotar existencias. Por favor, téngannos en sus oraciones», rezaba el comunicado de 2022 con el que se ponía fin a la actividad.
Donde la fe alimenta: la abadía británica que dio sopa (y quizá cerveza) a los mineros
Ubicada al pie del bosque Charnwood, cerca de Coalville, en el rural de Leicestershire, Mount Saint Bernard es otra abadía que necesita recursos para sufragar sus gastos y las labores benéficas que desempeña en la región.
Los orígenes de esta comunidad religiosa británica se encuentran en 1835. Ese año, un pequeño grupo de monjes se estableció en una destartalada cabaña al borde de unas tierras poco fértiles que comenzaron a cultivar de forma precaria. Su tenacidad atrajo la atención del decimosexto conde de Shrewsbury. Gracias a la donación del noble, pudieron construir un monasterio adyacente al campo que trabajaban. En las obras contaron con la ayuda de Augustus Pugin, el arquitecto más famoso del Renacimiento gótico inglés, que trabajó de forma desinteresada hasta la inauguración de la abadía, en 1844.
Destino frecuente para retiros espirituales desde que el actor Alec Guinness se convirtiera al catolicismo a finales de la década de 1950, Mount Saint Bernard ya ocupaba un lugar especial en el corazón de los británicos mucho antes. Especialmente desde 1878, cuando la cuenca minera de Leicestershire atravesó una profunda crisis. El cierre de las minas provocó grandes dificultades para los trabajadores y sus familias.
A muchos mineros desempleados no les quedó otra opción que acudir cada día al monasterio, donde recibían sopa abundante y gratuita —y quizás también algo de cerveza—. Esta práctica se repitió en 1926, durante la huelga general, cuando nuevamente los trapenses ofrecieron ayuda a sus vecinos. Estos dos episodios históricos aún se recuerdan en la región, donde Mount Saint Bernard siempre ha gozado de gran respeto, independientemente de las ideas políticas o la fe que se profese.
Mount Saint Bernard lanza su cerveza trapense: Tynt Meadow
En el apartado comercial, el caso de Mount Saint Bernard es muy parecido al de otras abadías Trapenses. Durante una buena parte de sus casi dos siglos, los monjes tuvieron una granja lechera, pero los bajos precios de los lácteos y la imposibilidad de adaptarse a los nuevos métodos de producción provocaron que en 2013 se viesen obligados a abandonar esta actividad. En ese momento comenzaron a explorar la posibilidad de comenzar a elaborar cerveza.
Teniendo acceso a los números de otros monasterios, algunos de sus hermanos del continente los desalentaron. Aun así, ellos no cejaron en su empeño y en el verano de 2018 su cerveza salió al mercado bajo el nombre Tynt Meadow. De color caoba con reflejos rubí, un 7.4% de alcohol en volumen y generosos matices a chocolate negro y frutos secos integrados en un cuerpo muy bien estructurado, la primera receta de Mount Saint Bernard recibió elevadas valoraciones entre los aficionados. Esto animó a los monjes a lanzar una versión Blond más suave con la que complementar la gama.
«Elaboradas con ingredientes locales de origen sostenible y agua extraída directamente de nuestro pozo artesiano, estas cervezas trapenses no solo son indiscutiblemente inglesas, sino también orgullosamente Trapenses», sostienen desde la pequeña cervecería del monasterio. Las aspiraciones de los británicos en cuanto a producción son mucho más modestas que las que tuvieron en Achel, Spencer o Zundert y parece que el Ora et labora sigue rigiendo sus vidas. Quizá, este sea el camino a seguir para las cervezas Trapenses.
Las cervezas trapenses no son solo bebidas: son pedacitos de historia, de esfuerzo colectivo, de vidas dedicadas al trabajo silencioso y a una forma muy especial de entender el mundo.
Si este artículo te ha removido un poco por dentro —como a nosotros al escribirlo—, te invitamos a seguir explorando más historias como esta en el blog sobre cerveza de Amantes Cerveceros.
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