LOS TRAPENSES CONTINÚAN LUCHANDO CONTRA LA ESPECULACIÓN DE SUS CERVEZAS Y SE ANUNCIAN NUEVOS CIERRES

No corren buenos tiempos para la cerveza Trapense, esa joya única dentro del mundo cervecero que  tantos aficionados congrega.  

Las últimas malas noticias provienen de la abadía de Engelszell en Austria. El único monasterio  Trapense en aquel país –en 2012 fue reconocido oficialmente como productor de cerveza Trapense– ultima su cierre. Sus cuatro monjes han declarado sus intenciones de abandonar la abadía. Pese a  que en otoño del pasado año se barajaban todavía alternativas a esta drástica solución, en abril de  este 2023 se adoptó por unanimidad la decisión de pedir a la orden la clausura del monasterio y  buscar reubicación para los hermanos. La disolución ha sido ya comunicada por el abad Dom  Bernardus Peeters al obispo Manfred Scheuer y al director de la Conferencia de Órdenes austriaca, el  Archabbot Korbinian Birnbacher.  

Este, ante lo sucedido, ha agradecido a los responsables de la orden todo su esfuerzo y otorgado a  los mismos su reconocimiento por una decisión que, según sus palabras, «no fue fácil de tomar».  Tendió, igualmente, la mano a los hermanos: «Les deseo lo mejor a los monjes y las bendiciones de  Dios para el futuro. La Conferencia de Órdenes de Austria seguirá estando disponible para los  trapenses, auxiliando y aconsejando y ayudará donde se solicite ayuda». 

Además de fijar la fecha de partida de los religiosos, la decisión implica aclarar el futuro de las  excepcionales instalaciones, cercanas al boscoso municipio de Engelhartszell y determinar qué  ocurre con los empleados de la fábrica y con los negocios que gestionaban. Al margen de la cerveza,  la abadía también era conocida por otros productos como su queso.  

Próximamente se iba a cumplir un siglo desde que Engelszell había sido ocupada y refundada como  monasterio trapense por los monjes llegados de la abadía de Oelenberg, en Alsacia. Corría el 1925  cuando estos refugiados alemanes, expulsados tras la I Guerra Mundial, establecieron allí su sede  permanente, como priorato en un primer momento y como abadía después. Confiscada por la  Gestapo, la comunidad sufrió los rigores del conflicto bélico e incluso cinco de sus monjes terminaron  en el campo de concentración de Dachau, donde sólo sobrevivió uno. Al final de la batalla, finalmente,  regresó un tercio de la congregación. Desde entonces, los ingresos de la propiedad siempre han sido  modestos, sustentados en gran medida en los ingresos del turismo provenientes de la tienda del  monasterio y precisamente, la cervecería, instalada durante el mandato del abad Hauser y cuya  calificación como Trapense es un fuerte reclamo entre los aficionados.  

Lo cierto es que no es la primera señal de alarma entre las cervezas con este codiciado logo. Hace  dos años, en 2021, la cervecería belga Achel perdió el preciado reconocimiento como Trapense al  retirarse sus dos últimos monjes cerveceros en la Abadía de San Benito, sin ser reemplazados. Cada  vez menos ciudadanos sienten la llamada religiosa y el personal escasea. También Westvleteren,  que para muchos es la mejor cerveza del mundo, podría estar pasando momentos difíciles. Algunos  han querido deducir esto debido a que la famosa etiqueta de Saint Sixtus, generalmente solo  accesible directamente en la tienda de la abadía, se ha podido adquirir durante tiempo limitado en De  Bremstruik en Roeselare.  

Lo cierto es que tal relajación en los canales de venta puede responder a un intento de detener la  especulación. Algunos establecimientos de hostelería de los Países Bajos vendían la cerveza a hasta  17 euros la botella y el deseo de frenar esta escalada exorbitante habría sido la razón de tal excepción.  No ahuyenta este motivo, sin embargo, los miedos de los más fervorosos del estilo que temen que  sus bebidas favoritas tengan los años contados. 

Cultura de Cerveza

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