Parental Access
Estrella Galicia

Antes de darle caña...

¿Eres mayor de edad?

Confirma que tienes más de 18 años.
Hola, Tienda
Se ha enviado un email para restablecer su contraseña
Se ha producido un error al enviar un email para restablecer su contraseña

En ‘La historia del mundo en seis tragos’, Tom Standage sostiene que la barrera entre vino y cerveza no es tan clara. No se trata de ninguna novedad, es algo que arqueólogos e historiadores de los alimentos saben desde hace mucho tiempo. La peculiaridad reside en que esta conclusión aparecía en un bestseller que encabezó durante varias semanas las listas de los más vendidos del New York Times y que seguro hizo que muchos aficionados a estos fermentados reflexionasen sobre el tema.

 

La idea generalizada de que, al estar ambas elaboradas con cereales, cerveza y whisky tenían más similitudes que cerveza y vino parece que cuajó en la primera generación de cerveceros como si fuese un dogma grabado a fuego. La malta por encima de la levadura; los frutos que nacen de la tierra en los climas fríos frente a los que maduran al sol; o la cerveza como bebida popular antítesis del esnobismo del vino son algunos de los mantras repetidos hasta la saciedad para potenciar una diferenciación que ahora se nos antoja bastante absurda.

 

¿QUIÉN FUE FRITZ MAYTAG?

 

Probablemente, uno de los primeros cerveceros modernos que tuvo claro que bodegueros y cerveceros tenían mucho en común fue Fritz Maytag, el salvador de la ahora moribunda Anchor Brewing de San Francisco. 

 

Cuando le comentaban la excentricidad que parecía haber sido invertir parte de su herencia en una cervecera —tratándose de alguien que no provenía de ese negocio—, Maytag sostenía que sus experiencias anteriores en el mundo del vino habían sido vitales. El equilibrio entre el respeto por los procesos tradicionales apoyados en tecnología moderna y la preocupación por los ingredientes que había visto en las bodegas no existía en la cerveza estadounidense.

 

En ese momento, la industria estaba más preocupada por producir la mayor cantidad de cerveza al menor precio posible, sacrificando sabor y aroma. Sus experiencias con el vino también le sirvieron a la hora de comercializar sus productos: Anchor Steam y Liberty Ale no entraron en guerras de precios y su publicidad e imagen se alejaron completamente de los estándares claramente machistas de los sesenta.

 

Una vez Anchor Brewing fue un negocio rentable, Maytag diversificó sus intereses en el mundo de las bebidas. Además de poner en marcha una destilería boutique, en la que recuperó whiskies largamente olvidados, invirtió en bodegas californianas, lo que le permitió seguir ampliando sus miras.

 

La visión del pionero de la craft beer parece que empieza a ser seguido por una nueva generación de cerveceros apasionados por el de Brettanomyces, las levaduras silvestres, los sabores sour y las fermentaciones mixtas. Otros, preocupados por cierto estancamiento y saturación en el segmento ven en el vino un complemento interesante.

 

THE ODELL BREWERY: LA CERVECERÍA QUE TAMBIÉN FABRICABA VINO

 

Sin salir de Estados Unidos, uno de los referentes de ese romance bígamo parece ser Odell Brewery. La cervecería fundada en 1989 puso en marcha hace tres años The OBC Wine Project, un proyecto de bodega urbana y vinoteca en sus instalaciones de Fort Collins, Colorado. Según la compañía, añadir vino a su cartera implicó contratar a un enólogo e instalar el equipo necesario para producirlo, pero la mayor complicación la representó obtener uvas de proveedores que respetasen los estándares que exigían para los ingredientes de sus cervezas.

 

«Nuestro equipo de enólogos obtiene uvas de Colorado, Oregón y Washington, buscando sabores excepcionalmente equilibrados que desafíen lo que es posible en el vino moderno. Sin ataduras geográficas, somos libres de elaborar vinos que satisfagan nuestro espíritu independiente y nuestra curiosidad. Además, tener una licencia de vino en Colorado nos permite fermentar cualquier cosa, lo que nos abre una paleta completamente nueva con la que podemos jugar. The Odell Brewing Wine Project busca acercar al vino a la gente que es aficionada a la cerveza, pero al mismo tiempo llegar a nuevos clientes que normalmente no disfrutan de la cerveza.», sostiene Matt Bailey, uno de los responsables de Odell Brewery.

 

Este reciente interés por el vino también ha hecho a The Odell ser consciente de las posibles sinergias en el campo, ya que obtiene uvas para algunos de sus vinos de granjas en el noroeste del Pacífico que también suministran lúpulo. Como curiosidad, a la hora de comercializar su portafolio, además de las características botellas de 75 centilitros, han optado por el envasado en lata, un formato muy bien recibido por los consumidores de cerveza craft.

 

NUEVA YORK: CUNA DE CERVECERÍAS Y BODEGAS

 

El siempre creativo estado de Nueva York arroja otra interesante visión, en este caso en dirección contraria. Desde hace una década el número de cervecerías ha crecido a un gran ritmo, pero las bodegas también han aumentado pasando de 324 a 494. Algunas de ellas, no precisamente las más jóvenes, han instalado en sus dependencias una fábrica de cerveza. Este es el caso de la reputada Wagner Vineyards, una bodega familiar establecida a finales de la década de 1970 en el condado de Seneca, que en 1997 abrió Wagner Valley Brewing, convirtiéndose en una de las primeras cervecerías artesanales de la región de Finger Lakes.

 

En el mismo estado, en el pueblo de Westfield, encontraremos un caso similar. Es el de Mazza Chautauqua Cellars; abierta a mediados de los setenta, en 2013 incorporó su cervecería Five & 20 Brewing «porque muchos de los que visitaban el lugar querían disfrutar de una cerveza además del vino». Son solo un par de ejemplos. Si seguimos viajando, en Virginia, Pensilvania, California, Carolina del Norte e incluso en la fría Minnesota las historias se multiplican.

 

En 2020, algunos sectores del llamado “supremacismo vinícola” pensaron que iban a ver corroborada su idea de que la aspiración de todo cervecero es contar con viñedos. Tras vender su participación en The Bruery, la cervecería del sur de California que había fundado en 2008, Patrick Rue se mudó al norte del estado, a St. Helena, y fundó la bodega Erosion Wine. El gozo fue efímero porque poco tiempo después Rue entraba como socio en la cervecería Moonlight de Santa Rosa y fundaba en San Juan Capistrano, The Last Straw, lo que en un claro ejemplo de fusión de dos mundos se define como «una pequeña empresa cervecera unipersonal que se centra en cervezas añejadas en madera influenciadas por los métodos modernos de elaboración del vino».

 

Si te gustan las historias como esta, visita nuestra sección de Historia de la Cerveza y empápate de anécdotas con las que sorprender a tus invitados.