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Entre los siglos VII y XIII, una parte importante del actual Perú estuvo controlada por el imperio Wari, una civilización que alcanzó un destacable nivel político y comercial en la región. Según un reciente estudio publicado en el último número de Antiquity, la revista de arqueología de la Universidad de Cambridge, en su esplendor los Wari habrían desarrollado una cerveza que cumplía una función social desconocida hasta el momento. Ésta era una cerveza alucinógena fabricada por el imperio Wari.

 

Al igual que en otras civilizaciones de los Andes precolombinos, el consumo de alcohol estaba totalmente integrado en la sociedad Wari, elaborándose una serie de bebidas fermentadas a base de cereales y bayas que popularmente se conocen como “chicha”. Una de las “chichas” más exitosas fue la que usaba como base los frutos del Schinus molle, un árbol al que también se denomina falso pimentero y que da unas bayas de un tono entre rosado y purpúreo muy característico.

 

Los cerveceros Wari probablemente se decantaron por el molle porque, al contrario que el maíz, no era un cultivo alimenticio. Además se daba bien en toda clase de terrenos y las bayas tenían un mayor contenido de almidón, lo que les permitía elaborar bebidas con más alcohol. Fue a esa cerveza de molle a la que los Wari añadieron semillas de la vilca, unos granos con un alto poder alucinógeno.

 

El consumo de la vilca no es extraño en las sociedades indígenas de Sudamérica, pero hasta ahora se pensaba que su uso estaba circunscrito a las experiencias chamánicas o magicorreligiosas. Tampoco debe menospreciarse el hecho de que estamos ante la primera evidencia arqueobotánica de la región sobre la adición de un alucinógeno al alcohol.

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Según el equipo de arqueólogos liderado por el antropólogo y paleontobotánico Matthew Biwer de la Ohio State University, los Wari asentados en el puesto avanzado de Quilcapampa —en la parte noroeste del departamento de Arequipa, en el sur de Perú— habrían usado la cerveza alucinógena con fines políticos, buscando reforzar el poder de su estado. Mediante celebraciones perfectamente estructuradas, los gobernantes organizaban banquetes en los que se servía la cerveza psicotrópica tanto a sus súbditos como a aquellos que esperaban que se uniesen a un imperio en expansión.

 

Para Biwer, estas experiencias de cohesión reducían los elevados costes que tenían las campañas militares, pero aún así no estaban exentas de complicaciones. Para proveerse de las semillas alucinógenas era necesario organizar expediciones de recolección que implicaban adentrarse centenares de kilómetros en territorios que en muchos casos eran hostiles.

 

Los arqueólogos creen que la importancia de los banquetes debió ser enorme ya que configuró una parte de la arquitectura del Imperio Wari, levantándose edificios dedicados exclusivamente al consumo y producción de cerveza. La cerámica tan característica destinada al servicio en las fiestas también es testigo de este fenómeno. Se cree que estas jarras que representan cabezas humanas se rompían contra el pecho en una especie de brindis andino que no está tan alejado de algunas costumbres europeas.