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Volvemos a una de las escuelas cerveceras con más tradición de Europa, la Escuela Franco-Belga. Además de sus interesantes cervezas de granja, elaboradas inicialmente para la temporada de cosecha, la escuela cuenta con otros emblemáticos estilos: las cervezas monacales belgas.

La influencia de las órdenes religiosas en la Escuela Franco-Belga es incuestionable. Con casi total seguridad, la llegada de los monjes irlandeses hizo que tanto las técnicas de producción como los ingredientes experimentasen una importante evolución. Pero fue durante el medievo y la aplicación práctica de la regla benedictina del “Ora et Labora”, cuando se establecieron algunas de las bases de las cervezas monacales belgas modernas.

 

Cervezas Trapenses

 

La Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, cuyos miembros son popularmente conocidos como Trapenses, ocupa la cúspide de la pirámide de las cervezas religiosas. Aún cuando otras órdenes han mantenido relación con la cerveza, son los Trapenses los que han convertido esta bebida en uno de los elementos con los que se relacionan con el mundo.

Los orígenes de la cerveza Trapense actual los encontramos en la Revolución Francesa. Huyendo de las persecuciones, los religiosos cruzan la frontera y se establecen en lo que actualmente es Bélgica. En este “exilio” comienzan a elaborar cerveza para obtener recursos destinados al mantenimiento de sus comunidades.

Bajo esta norma operan las abadías que en la actualidad siguen produciendo un limitado número de cervezas de gran personalidad que son comercializadas como Authentic Trappist Product, sello otorgado por la Asociación Internacional Trapense.

Abadía

Las cervezas trapenses tienen que estar elaboradas dentro de una Abadía trapense, por los monjes o bajo su control. La cervecería debe depender del monasterio y los beneficios se destinan a la subsistencia de los monjes, el mantenimiento de la Abadía y para obras caritativas.

 

Cervezas monacales de Abadía

 

Las Cervezas de Abadía tienen como punto de partida una curiosa premisa: la sinergia entre la Iglesia y los cerveceros comerciales. Mediante un acuerdo económico, el cervecero paga a los religiosos por el uso del nombre de un monasterio, una iglesia, una capilla o una supuesta receta centenaria.

La mayoría de esas cervezas tienen grandes influencias de las Trapenses y se etiquetan bajo las categorías “clásicas” de Dubbel, Tripel y Quadrupel, así como con denominaciones que potencian las reminiscencias con la vida monacal. Son, por tanto, recetas monásticas que no se fabrican en un monasterio.