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Los descubrimientos que hizo a principios de la década de 1980 la arqueóloga Caroline Wickham-Jones en Rùm, una de las Small Isles de las Hébridas Interiores, constataron la antigüedad de la producción de cerveza en Gran Bretaña. En el yacimiento de Kinloch, Wickham-Jones desenterró unos restos de cerámica que una vez analizados microscópicamente revelaron que 4.000 años atrás ya se elaboraba cerveza en esta región del planeta.

 

Las menciones posteriores a la bebida no escasean y aunque resulten muy interesantes las que se remontan a la ocupación romana, son las medievales las que más información aportan a los historiadores. Fue en esta época cuando se empezaron a desarrollar los estilos que forman la llamada Escuela Británica y cuando se separó formalmente la Ale de la Beer.

 

Durante bastantes siglos, para los habitantes de las islas la Ale era una bebida de alta fermentación elaborada con cebada malteada, a veces condimentada con hierbas (gruit) y especias, pero sin lúpulo, mientras que la Beer –ya fuese de alta o baja fermentación- sí que llevaba ese ingrediente que aportaba amargor y tanto gustaba en la Europa continental.

 

La reticencia inicial al lúpulo se vencería completamente en el siglo XVIII, momento en el que, apoyados en el comercio marítimo y en los avances de la Revolución Industrial, los cerveceros británicos se convirtieron en los más importantes del planeta.

 

 

Old Ale y Barley Wine

 

 

Dos nombres que conducen a confusión pero que forman parte del acervo de la Escuela Británica. Ni las Old Ales son viejas ni las Barley Wines llevan vino, pero ambas nos trasladan a un tiempo previo a la Revolución Industrial en el que las cervezas “stale” se guardaban en grandes toneles de roble. Con el añejamiento en esos depósitos de un año o más, la bebida desarrollaba unos gustos ácidos y agrios que recordaban bastante al vino y que una vez el consumidor se habituaba a ellos eran muy apreciados.

 

Los avances en las técnicas de producción y el cambio de materiales usados en las cervecerías relegaron a esas cervezas a un segundo plano. Aún así, ya fuese en su forma tradicional o añadiendo una porción de esa cerveza vieja a la cerveza fresca, Old Ales y Barley Wines continuaron existiendo para un público limitado. Ambos estilos evolucionaron quedando como cervezas de cuerpo generoso, con una potente sensación de malta en el paladar, bastante dulces  y un contenido en alcohol habitualmente elevado.

 

Son cervezas ideales para beber en invierno junto a la chimenea del pub favorito, de ahí que algunos fabricantes las etiquetan como Winter Warmer o Strong Ale. Esta diversidad de nombres, junto a la gran variedad de contenidos en alcohol (podemos encontrarlas desde un 5.5 a un 9.0% en volumen) no hace más que contribuir a la confusión.

 

 

Bitter

 

 

Si Pale Ale o simplemente Ale sirve para agrupar a todas las recetas de alta fermentación elaboradas siguiendo con mayor o menor grado de respeto a la tradición, la etiqueta Bitter es otro cajón de sastre en el que entra una amplia variedad de cervezas generalmente servidas de barril bombeado a mano en los pubs. Según los cánones, estaríamos ante una cerveza cuyo tono puede ir del dorado al cobrizo, ligera, fácil de beber, muy moderada en alcohol, con un carácter afrutado y el característico amargor terroso de los lúpulos ingleses.

 

Aparentemente, el término “Bitter” comenzó a usarse para distinguirlas de otras Ales más dulces y la etiqueta terminó derivando en un sinfín de denominaciones como Best Bitter, Strong Bitter o Extra Special Bitter. Esta última –también etiquetada como  ESB- es  la más recomendable si estamos buscando una versión con más cuerpo, potentes matices a mantequilla, notas afrutadas y sobre todo un extra de alcohol.

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Mild Ale

 

 

Muy poco frecuente, la Mild es otra cerveza que evolucionó hasta desprenderse completamente sus características iniciales. Durante mucho tiempo fue la la bebida más consumida en los pubs, muy sabrosa, fresca y generosa en cuerpo y alcohol era la cerveza de diario para la clase trabajadora inglesa. Las limitaciones a causa de las guerras mundiales hicieron que perdiese esas cualidades, quedando como una Ale cobriza, con poco alcohol (generalmente entre un 3 y un 4,5%), maltosa y dulce.

 

Son muy escasas las versiones de Mild embotelladas y ni siquiera no son sencillas de encontrar en los pubs. Si queremos probarla, lo más recomendable será recurrir a algún local tradicional o a un festival organizado por CAMRA –Campaign for Real Ale– la poderosa asociación que agrupa a decenas de miles de  aficionados a la cerveza tradicional británica.

 

 

Brown Ale

 

 

Además de su tono entre castaño y cobrizo que incluso podría recordar al de la Porter tradicional, la característica más definitoria de una Brown Ale es su aroma a malta tostada, frutos secos, caramelo y una evidente sequedad en el paladar. Muy vinculadas con Newcastle y otras ciudades del nordeste de Inglaterra, cerveceras de todo el Reino Unido contaron durante un tiempo con una Brown Ale en su portafolio, especialmente si su mercado era amplio (en Estados Unidos fueron muy populares), ya que se que se comercializaba principalmente en botella se comportaba muy bien durante el transporte.

 

La Brown Ale no debe confundirse con la Brown o Cerveza Marrón, un estilo anterior a la Revolución Industrial ya desaparecido que estaba dominado por el gusto áspero de la malta secada con fuego directo.