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La Commune fue un levantamiento espontáneo pero sus ideólogos, al igual que había sucedido con los rebeldes estadounidenses, trazaron sus planes en las brasseries, los locales en los que la cerveza era la bebida habitual.

 

De todas las brasseries del momento, una de la más famosas era la Andler. Situada en la rue Hautefeuille servía como punto de encuentro de artistas e intelectuales. Entre todos ellos destacó el pintor realista Gustave Courbet, que la había convertido en una prolongación de su estudio. El apodado el «sumo sacerdote» fue uno de los grandes defensores de la Comuna… ¡y de la cerveza en París!

 

Jules-Antoine Castagnary, que compartía mesa frecuentemente con Courbet, publicó una reseña de la Brasserie Andler, texto que seguro no gustó a los Andler. El político e influyente crítico describía a la brasserie como “una habitación larga y oscura, sin más muebles que las mesas y los bancos de madera donde nos sentábamos espalda con espalda. Era una brasserie a la manera alemana: cerveza, chucrut y codillo. Estaba atendida por el señor Andler, el tipo de alemán que necesita dos días para entender los chistes franceses, por la señora Andler, cuya redondez le dificultaba caminar, y por la señorita Louise, una joven rubia y dulce como la cerveza. Había una mesa de billar que compartíamos y todo estaba presidido por una enorme mesa de madera clara. En ella se servía la comida a los habituales y allí se agitaron las discusiones filosóficas, estéticas y literarias, intercaladas con risas y bromas».

Las palabras de Castagnary tienen su representación gráfica en el grabado “Cabaret Andler-Keller” de Courbet. Publicado en la primera página de “Histoire anecdotique des cafés et cabarets de Paris”, un volumen del editor parisino Édouard Dentu que es imprescindible para entender cómo eran la bebidas y los locales de la capital francesa en la época de la Comuna.

 

Además del grabado, Courbet inmortalizó su relación con la Brasserie Andler, en otras dos obras. En “Madre Grégoire”, la modelo es Madame Andler, la patrona de la brasserie, y en el dibujo conocido como “Los bebedores de cerveza”, el pintor aparece con sombrero en compañía de los filósofos Jean Wallon y Marc Trapadoux -apodado el Gigante Verde-.

 

Otra prueba del amor de Courbet por la cerveza la encontramos en un buen número de caricaturas en las que el artista aparece rodeado de jarras espumosas. Dos centenares de estos dibujos satíricos fueron recopilados en 1920 por el marchante Paul Rosenberg. Uno de los más originales está firmado en 1867 por André Gill, en él Courbet es representado con una paleta y una gran jarra de cerveza.

ilustracion

Desgraciadamente, la relación con el matrimonio Andler no terminó bien. En 1863, los hosteleros cansados por los excesos del pintor deciden pasarle la factura por todos sus gastos. La nota asciende a la astronómica cifra de 3,000 francos. Courbet se niega a pagar y abandona el local, pero los Andler lo llevan a los tribunales, donde es condenado a abonar la deuda.

 

Su nuevo “cuartel general” pasa a ser la la Brasserie des Martyrs, un local que se había convertido en el epicentro de la cultura parisina y que estaba presidido por un cuadro que representaba al Rey Gambrinus levantando una enorme jarra de cerveza. Allí, siendo fiel a sus ideas republicanas y socialistas, Courbet rechaza la Legión de Honor propuesta por Napoleón III. Es en una de la mesas de la brasserie, donde tras la proclamación de la República el 4 de septiembre de 1870, recibe su nombramiento como presidente de la comisión del museo y delegado de Bellas Artes.

 

También es frente a las puertas de cristal del local donde manifiesta su apoyo público a la Comuna. Elegido miembro del Consejo de la Comuna por el sexto distrito, pasa a formar parte de la comisión de educación y se muestra muy activo, pero viendo la desorganización, la arbitrariedad de las decisiones y el cariz violento que estaban tomando los acontecimientos decide renunciar a su cargo. El 7 de junio de 1871, tras la Semana Sangrienta, Courbet es arrestado y se le acusa de la destrucción de la columna Vendôme, el monumento dedicado a Napoleón Bonaparte. Al contrario que a otros insurgentes, el Consejo de Guerra le perdona la vida pero lo condena a seis meses de prisión y a pagar una multa de 300.000 francos. Para evitar el pago de una sanción tan elevada el pintor huye a Suiza, donde fallecería el último día de 1877.