En los últimos meses la inteligencia artificial parece haber llegado a un gran número de actividades humanas. De todas ellas, por los espectaculares resultados obtenidos, quizá el uso con mayor repercusión mediática haya sido en la redacción y en el arte.
En el primer caso, se sabe de casos de estudiantes que han usado aplicaciones de AI como ChatGPT en trabajos académicos. Esto ha hecho que algunos profesores comiencen a replantearse la forma en la que enseñan y evalúan los conocimientos de sus alumnos. En el campo del arte los amenazado por tan sonados avances podrían ser los ilustradores, enfrentados ahora a la competencia de DALL- E 2, Stable Diffusion o Stable Diffusion AI, programas capaces de crear a muy bajo coste obras destinadas a mercados no demasiado exigentes.
El mundo de la cerveza no permanece al margen de la inteligencia artificial y desde hace años algunos departamentos dedicados a los estudios de mercado y al marketing trabajan en este campo. Los resultados más prometedores se han obtenido identificando la audiencia adecuada para campañas publicitarias, recopilando información en tiempo real sobre cómo reaccionan los espectadores a los spots, lo que permite cambiarlos de forma instantánea y logar un mayor impacto.
La inteligencia artificial también se ha usado en el segmento de la distribución, ayudando a acotar el momento más adecuado para suministrar cerveza a un punto de venta e incluso gestionando las ofertas puntuales.
Volviendo al componente más lúdico de la IA, no han sido pocas las cerveceras que han exprimido las posibilidades que ofrece la tecnología del mencionado ChatGPT. La última ha sido Atwater Brewing de Detroit, que ha recurrido al programa desarrollado por OpenAI para crear una receta que además de comercializar en diferentes locales de la capital estadounidense del motor, le ha granjeado cierta notoriedad en los medios.
Según Atwater, la idea surgió un fin de semana cuando Joe Platt, el responsable de calidad de la cervecera, estaba trasteando con ChatGPT y se preguntó qué pasaría si le pidiese que le echase una mano con la receta de una cerveza. «Le pedí que me escribiera una receta de una IPA y me dio una a escala casera. Así que le pedí que la escalase para adaptarla a nuestro equipo, lo cual hizo», comentó Platt. El paso siguiente fue recopilar las generosas cantidades de lúpulos Centennial, Citra, Amarillo y Hüll Melon, seguir las órdenes de la máquina y lanzarla al mercado.
Por mucho que esta IPA de 6,9% de alcohol en volumen se presente como una novedad, los foros de homebrewers están repletos de recetas de este tipo, no solo anteriores a la de Atwater sino más atrevidas. Los cerveceros caseros van siempre un paso más allá y las propuestas que le piden al chatbot de inteligencia artificial rozan lo hilarante. Hay que recordar que lo único que se tiene que hacer es escribir una breve descripción de lo que se quiere producir y la aplicación generará una salida de texto en segundos.
Se inicia aquí la discusión sobre cuál será la función del ser humano en un entorno de máquinas cada vez más complejas y eficaces. Los defensores de la AI sostienen que sus programas, a diferencia de los humanos, no posponen los trabajos y hacen lo que se le pide al instante.
Por el contrario, los más críticos con este avance concluyen que sin una base de creación humana — ya sea cerveza, literatura o arte— la inteligencia artificial sería inviable. El debate está servido.