LOS CERVECEROS BRITÁNICOS REDUCEN EL CONTENIDO DE ALCOHOL PARA COMPENSAR EL AUMENTO DE LOS COSTES

Drinkflation es el nuevo término que hay que incorporar a nuestro vocabulario cervecero. Con ese  juego de palabras se hace referencia a la dinámica que los cerveceros británicos han empezado a  desarrollar para incrementar sus ganancias o, al menos, paliar sus pérdidas y que pasa por reducir el  contenido alcohólico de sus productos.  

Según algunos medios, algunos fabricantes llevarían meses disminuyendo la presencia de alcohol en algunas de sus etiquetas y vendiéndolas por el mismo precio, como forma de anticiparse a la  nueva reforma impositiva que entrará en vigor las próximas semanas, cuando las bebidas pasarán a  estar gravadas por su volumen alcohólico. 

Así, en Greene King, su Pale Ale Old Speckled Hen ha pasado del 5% al 4,8% de alcohol en volumen, pero también Shepherd Neame, la cervecera más antigua del país ha reducido la impregnación  alcohólica de etiquetas tan destacadas como Spitfire y Bishops Finger de un 4,5% a 4,2% y de un  5,4% a 5,2% respectivamente. Ya a principios de año, el gigante Heineken había hecho lo propio con  su Foster’s Lager, que comercializa en las islas británicas, reduciendo del 4% al 3,7% su alcohol. 

El gigante holandés afirmó en su momento que tal variación respondía a la necesidad de adaptarse  a las nuevas tendencias del mercado, con unos consumidores que optan cada vez más por productos  con menor presencia de alcohol; postura que también ha empleado Shepherd Neame que cree que  en este contexto de búsqueda de vida más saludable, tal reducción animará a más personas a probar  sus marcas. 

La práctica, sin embargo, y estudios como el de la Universidad de Sheffield afirman que más que una  preocupación sanitaria, tras esta tendencia se esconde una cuestión monetaria. Con una reducción  de los porcentajes de alcohol en solo un 0,35, las cerveceras podrían llegar a ahorrar  aproximadamente 250 millones de libras esterlinas en impuestos. Unos 2 o 3 peniques por botella o  lata que, aisladamente, pueden resultar insignificantes pero que en términos globales insuflan aire a  un sector que lleva unos años especialmente duros.  

Desde la ya citada Greene King, menos ambigua que otras cerveceras a la hora de abordar el tema,  afirman que esta medida de reducir el contenido de alcohol es la salida más viable que les permite  compensar y absorber el incremento de costes tanto en materias primas como en envases y energía,  sin que el sabor de la bebida resulte afectado de forma relevante. La idea ha funcionado y a la vista  del éxito, además de las mencionadas, otras productoras como Amstel, Birra Morretti, John Smith’s  y Newcastle Brown Ale se plantean también adoptarla.  

El fenómeno no es del todo extraño en el sector de la alimentación. Paralelamente a esta  “drinkflation”, encontramos la «shrinkflation», el método por el que en la industria alimentaria reducen  el tamaño de los productos —o de sus porciones– sin que se produzca la correlativa disminución de  precio. Los más críticos, sin embargo, afirman que la dinámica resulta más perniciosa aún en el  mundo de las bebidas, donde la práctica es menos apreciable. Aquí, permanecen inmutables tanto  tamaño de envases como volumen líquido, pero a la postre, la esencia del producto ha variado. Esto  lleva a los cerveceros a embolsarse un ahorro en impuestos sin que los consumidores vean reducido  el costo del producto final.  

Sin embargo, para Emma McClarkin, al frente de la British Beer and Pub Association la alternativa  resulta útil porque evita que el cliente pague más, algo que sería inevitable a la vista de la inflación  que en Reino Unido sigue siendo más elevada que en el resto de Europa, debido, en gran medida a  las consecuencias todavía no superadas del Brexit. 

Cultura de Cerveza

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