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En 1724 entraba en funcionamiento en el barrio londinense de Brick Lane la Black Eagle Brewery, todo un monumento al poder de la Porter.

 

Muchos de los que cada domingo se acercan al londinense Old Spitalfields Market suelen cruzar la calle y adentrarse en un imponente complejo de edificios de ladrillo presididos por una gran figura de un ave rapaz negra de hierro fundido. En el interior y en los diferentes patios todavía funciona otro mercadillo repleto de puestos de comida callejera, tiendas de artesanía, discos y ropa que claramente transmiten que el barrio en el que estamos es una muestra más de la multiculturalidad de la capital inglesa.

 

Aunque el desarrollo urbano a gran escala no comenzó hasta la segunda mitad del siglo XVII, cuando se trazaron muchas de las calles que conecta el área con la City de Londres, en Brick Lane ya existía un siglo antes como zona de campos lindante con St. Mary Spital, el priorato agustino medieval que dio nombre a Spitalfields. En cuanto a la denominación de Brick Lane, proviene de la que fue durante un tiempo la principal ocupación de los habitantes de la zona: la fabricación de ladrillos (bricks), una actividad que había sido introducida por los primeros colonos flamencos, de los que se dice también introdujeron el lúpulo en Inglaterra.  

 

 

HISTORIA Y DESARROLLO DE LA BLACK EAGLE BREWERY

 

Si algo ha caracterizado a Brick Lane en sus más de 300 años de historia ha sido su función como lugar de acogida para gentes llegadas de todas partes del mundo. En 1685, los protestantes franceses que escapaban de las persecuciones religiosas instalaron allí sus telares. A estos les seguirían miles de judíos huyendo de los pogromos del este de Europa. Hacinados en viviendas y pensiones baratas, los hebreos trabajaban en los talleres clandestinos del comercio textil local. En su libro On Brick Lane, Rachel Lichtenstein describe muy detalladamente el Brick Lane judío en el período comprendido entre la década de 1880 y el estallido de la Segunda Guerra Mundial: «Había impresores, peluqueros, pañeros, fruteros y estancos. 

 

Sombrereros, marroquineros, vendedores de vino y reparadores de botas, entre otros. La mayoría de los carteles de las tiendas estaban escritos en yiddish e inglés y la calle era conocida como «la Pequeña Jerusalén»». Los periódicos de la época constatan que no era una zona muy tranquila para vivir, algo que experimentó en sus propias carnes el escritor Jack London, que pasó varios meses de 1902 en sus calles para escribir La gente del abismo.

 

 

La influencia de las olas migratorias

 

A finales de la década de 1930, Brick Lane vivió otra ola de migración judía, esta vez de refugiados que escapaban de la persecución en la Alemania nazi. No fueron los últimos. En 1950, los primeros inmigrantes bangladesíes llegaron al barrio, alcanzando un máximo histórico en la década de 1970, debido al conflicto en curso con lo que entonces era Pakistán Occidental. Todavía hoy es una comunidad tan numerosa (y con una presencia tan evidente en forma de curry houses, los populares restaurantes especializados en comida india) que el sur del vecindario es conocido como «Banglatown». 

 

Tal como dice el periodista Guillermo Altares, Brick Lane es una maqueta de la época en la que los refugiados europeos construyeron el mundo, «cuando oleadas de personas huyendo de conflictos y persecuciones forjaron las sociedades contemporáneas y las ciudades».

 

Los emigrantes no fueron los únicos que vieron en Brick Lane un lugar adecuado para establecerse. La disponibilidad de tierras a precio asequible, la abundante mano de obra, y la buena comunicación con el puerto, también atrajeron a algunos cerveceros a finales del siglo XIX. El más importante de ellos levantaría en la década de 1720 la Black Eagle Brewery, una fábrica cuyos antiguos edificios acogen actualmente ese mercadillo del que hablamos al principio. Seguramente, pocos de los que curiosean en los puestos son conscientes de que están ante un pedazo muy importante de la historia cervecera.

 

 

CUANDO LONDRES DOMINABA LA CERVEZA EN EL MUNDO

 

Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre los orígenes de un negocio que acabaría siendo uno de los grandes empleadores de Brick Lane, pero en lo que coinciden es en que la actividad cervecera en la zona comenzó poco antes del gran incendio que arrasó Londres en septiembre de 1666. Al año siguiente, un tal Joseph Truman se convirtió en gerente de la cervecería que tenía la familia Bucknall en la Black Eagle Street, al oeste de Brick Lane, pasando en poco tiempo a ser propietario de esta. 

 

Como muchos otros cerveceros del momento, los Truman se especializaron en la Porter, logrando una buena reputación que les permitió ir ampliando el negocio mediante contratos de arrendamiento y la adquisición de terrenos adyacentes a las primeras instalaciones. Entre los herederos de Joseph sobresalió su nieto Benjamin Truman, que se unió a la empresa en 1722 y emprendió un activo programa de crecimiento y puesta al día. 

 

Según el escritor especializado en cerveza, Martyn Cornell, no se sabe con claridad qué cervezas se estaban elaborando en Brick Lane cuando Benjamin Truman entró en la empresa, «pero podemos estar bastante seguros de que un tipo era de color marrón oscuro, fuerte y con mucho lúpulo: la cerveza que finalmente tomó el nombre de Porter, debido a su popularidad entre los porteadores de Londres, los miles de hombres que se ganaban la vida transportando mercancías dentro y fuera de los barcos atracados en el río y por las calles de la ciudad. 

 

La Porter se desarrolló alrededor de 1720 como una versión madurada y con más lúpulo de la cerveza marrón londinense (la primera mención conocida de la Porter con este nombre se remonta a 1721), y resultó ser la primera cerveza adecuada para la producción en masa». 

 

Para hacer una buena Porter hacían falta conocimientos y buenos ingredientes, pero sobre todo espacio y dinero. La cerveza maduraba durante bastantes meses en gigantescos depósitos de roble, lo que implicaba contar con los fondos suficientes para construir esos toneles, alquilar o comprar almacenes y dejar inmovilizada la cerveza durante prolongados periodos de tiempo. 

 

Esto estaba al alcance de muy pocos, lo que favoreció la formación de una nueva generación de grandes cerveceros entre los que estuvo Truman, que en 1724 construyó la nueva Black Eagle Brewery para satisfacer la creciente demanda. La cervecería, que empleaba a más de mil personas, se convertiría en una de las más grandes de Londres y, consecuentemente, del mundo.

 

 

BENJAMIN TRUMAN, EL CERVECERO MÁS HÁBIL DE SU GENERACIÓN

 

No son pocas las historias que recuerdan las habilidades de Benjamin Truman para hacer crecer su negocio. Una de las más conocidas describe una situación que se vivió en agosto de 1737 durante el bautizo de la duquesa de Brunswick, nieta de Jorge II. Al parecer, la “cerveza real” de la fiesta resultó tan extraordinariamente mala que el Príncipe de Gales tuvo que buscar un nuevo proveedor. 

 

Ahí estuvo Truman, «quien se encargó de que fuera lo mejor, ganándose así una considerable popularidad» y reforzando su relación con el futuro rey. En 1760, Jorge III, lo nombraría Sir como reconocimiento a su posición en la comunidad empresarial de Londres, pero sobre todo por sus contribuciones económicas para financiar las numerosas guerras en las que se vio envuelto este monarca de prolongado reinado. Entre esos conflictos financiados por Truman estuvo la guerra de Independencia de los Estados Unidos, una revuelta en la que los cerveceros de las colonias jugaron un papel muy importante.

 

Del ascenso social de Benjamin dan fe sus retratos, destacando los óleos firmados por Thomas Gainsborough y George Romney —unos de los mejores retratistas del momento— que el cervecero encargó para colgar en sus propiedades y que actualmente se conservan en la Tate Gallery. No obstante, los historiadores de la Universidad de Oxford destacan el hecho de que, a diferencia de otros colegas cerveceros como Samuel Whitbread, Henry Thrale o John Calvert, Benjamin Truman nunca buscase el escaño parlamentario que su riqueza y posición habría garantizado. 

 

Parece que sus intereses se orientaban más hacia el arte y especialmente a su negocio cervecero. Lo constatan unas anotaciones dirigidas a su nieto en las que concluye que: «no puede haber otra manera de reunir una gran fortuna más que realizando un comercio extensivo, y esta no se puede conseguir sin espíritu y gran aplicación». Toda una declaración de principios.

 

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