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Si nos trasladásemos al Londres del siglo XVIII y pidiésemos una  Porter, la bebida que nos serviría el tabernero poco tendría que ver con la cerveza oscura de alta fermentación, aromas tostados y moderado contenido en alcohol que conocemos hoy en día. Seguramente también veríamos a gente de todas clases sociales consumiéndola y comprobaríamos que, por mucho que preguntásemos, nadie sabría decirnos en qué fábrica nació esa cerveza.

 

Hablar de Porter es tratar con uno de los estilos que más ha evolucionado, pero también de uno de los que más mitos y leyendas tiene detrás. Son razones suficientes para que protagonice el primero de nuestros “desmentidos”.

 

Antes que nada, habría que poner en cuestión el origen de esta cerveza. Se ha repetido hasta la saciedad que la Porter nació para facilitarle el trabajo a los taberneros de la época, que por aquel entonces estarían sirviendo una mezcla de tres cervezas: una ale vieja, una ale joven y una ale suave. Al parecer, este combinado –en diferentes proporciones y  con variados estados de maduración— era conocido como «Entire Butt» o «Three Threads». Encontramos aquí la primera falsedad que afecta a la Porter: al margen de lo discutible que resulta que, tanto antes como ahora, se dejase en manos de un tabernero la elaboración de una bebida propensa a adulteraciones, especialistas como Martyn Cornell o Pete Brown han corroborado que ese combinado jamás existió en esa forma. Los registros de la época hablan de una «Three Threads» (probablemente una corrupción de “three thirds”, tres tercios), pero se trataba de una mezcla de solo dos cervezas diferentes —una fuerte y una suave o “Mild” — y en la mayoría de los casos se entregaba ya lista de la fábrica. Además,  su aparición no estuvo relacionada con una búsqueda de la satisfacción de los paladares de la clientela, sino que únicamente perseguía eludir impuestos.

 

Muchos de los mitos de la Porter provienen de un texto redactado a principios del XIX por un tal John Feltham. Por si no fuese grave la falacia anterior, Feltham persevera y atribuye la invención de la cerveza que habría sustituido a la fantasiosa «Three Threads» —la futura Porter— a un cervecero londinense de nombre Ralph Harwood. Otra clara fantasía. La fábrica de Harwood en el barrio de Shoreditch –por aquel entonces un suburbio de la capital inglesa— existió, pero era de unas dimensiones tan modestas que no habría tenido la mínima posibilidad de inaugurar una de las mayores revoluciones cerveceras de la historia.

 

El tercer desmentido que abordaremos será el del propio nombre de la cerveza. Durante casi tres siglos, en Londres trabajaron miles de porters —mozos de cuerda, recaderos o estibadores—. Eran tareas duras y esa gente, aparentemente, necesitaba una bebida que refrescase y fuese reconstituyente. Por eso, cuando descubrieron la imaginaria bebida de Feltham, la recibieron con tanto alborozo que incluso le dieron su nombre. A estas alturas ya tendrán claro que esto tampoco es muy veraz. Por supuesto que los porters consumieron esa nueva cerveza,  pero lo hicieron en la misma proporción que otros gremios y clases sociales.

 

Como primera conclusión podemos decir que la Porter no tiene paternidad. Nació de la conjunción de múltiples factores sociales, económicos y técnicos. Es un origen menos lustroso pero aquí no hemos venido a hacer amigos.