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San Patricio: el santo que unió cerveza y sidra en la historia

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Es comúnmente sabido que este día de marzo se conmemora el fallecimiento de esta figura histórica, hecho acaecido en el año 461. Tal claridad contrasta, sin embargo, con otras cuestiones más controvertidas de su biografía como son la determinación de su año de nacimiento, su lugar de origen o la veracidad de las historias en las que la cerveza es coprotagonista.

Así, el primer punto, se suele salvar señalando genéricamente como momento de nacimiento, el periodo comprendido entre finales del siglo IV y principios del siglo V.  Los más arriesgados señalan dentro de esa horquilla el año 386 después de Cristo como fecha de su feliz alumbramiento. 

Respecto al lugar de nacimiento, la fuente para determinarlo nos la aporta el propio santo en su texto conocido como Confessio. En esta obra, Patricio narra su vida, sus viajes evangelizadores y hasta sus propias reflexiones y meditaciones. 

Sabemos, gracias a esta suerte de memorias, que nació en el seno de una familia pudiente. Su padre se llamaba Calpurnius, un diácono cristiano que también era decurión, cargo que implicaba facultades gubernativas en las ciudades del Imperio y que presuponía riqueza y tierras. Su abuelo, Potitus, también era religioso y presbítero, lo cual era otro indicio de poder. Respecto a la línea materna, los investigadores afirman que su madre se llamaba Concessa y, si atendemos a la leyenda, sería sobrina de San Martin de Tours.

Y si de leyendas hablamos, no podemos dejar de mencionar a su hermana Darerca, que establecería el vínculo entre el santo patrono de Irlanda y Galicia.

Volviendo a su Confessio, san Patricio apunta ahí que nació en una pequeña villa cercana al vicus de Bannavem Taberniae pero el santo no fija el lugar concreto. Esto ha llevado a debates en los que se ha tratado de concretar cuál de las pequeñas poblaciones próximas al famoso muro de Adriano ostentaría el honor de ser la cuna de tal reputada figura sagrada. Mayoritariamente, los estudios más acertados consideran que estaríamos hablando de una propiedad cercana al fuerte romano de Birdoswald, a unos veinte kilómetros de Luguvalium –junto al actual Carlisle— que se cree que era la capital de la entonces provincia romana de Valentia. 

Conviene no desconocer otras posiciones que sitúan su origen en el sur de Gales, cerca del estuario del Severn, o incluso más al oeste, ya en Pembrokeshire, en pleno centro neurálgico de las rutas marítimas de las que partirían los misioneros que establecerían los primeros monasterios en la vecina Irlanda —muchos de ellos con fábrica de cerveza—. Ubicación que habría facilitado, sin duda, el acceso al país para el que resultó clave. Sin embargo, estas teorías no tienen tanto peso como la de Birdoswald.

 

Sidra asturiana y vasca en Birdoswald

Birdoswald es una auténtica joya arqueológica que nos recuerda los tiempos de esplendor del imperio. Hablar de él implica mencionar el legendario muro de Adriano que había comenzado a erigirse en el año 122 d. C. siendo este emperador. Un muro que se extendía desde las orillas del río Tyne, próximo al mar del Norte, hasta el espectacular fiordo de Solway, en el mar de Irlanda y cuya finalidad —defensiva, aduanera o una muestra mastodóntica de poder— continúa siendo discutida en la actualidad. 

En su construcción se aprovechaban los materiales más próximos que encontraban sus constructores a lo largo de sus casi 120 kilómetros. En su diseño inicial se preveía un foso y una muralla con 80 pequeños castillos militares, separados a una milla romana y con pares de torretas intermedias, espaciadas uniformemente y con fines de observación y de señalización. 

Es a esta gran obra arquitectónica a la que se incorpora el fuerte de Birdoswald. Un fuerte guarnecido por una cohorte de infantería de más de 800 hombres y que permaneció ocupado durante todo el período romano.  Su construcción se completó en el 138 d. C., antes del final del mandato de Adriano.

No se sabe con certeza quiénes fueron los primeros ocupantes de Birdoswald pero, siguiendo la tradición, en el muro se asentaban mayoritariamente integrantes de pueblos conquistados por el imperio salvo, por razones políticas, los originarios de la propia Britania. Las cohortes de infantería, las alae de caballería y las cohortes parcialmente montadas provenían, como dato curioso, en una alta proporción de unidades galas e hispanas. 

Estas últimas era principalmente asturianas. Hay historiadores que han sugerido que el nombre romano de Chesters –Cilurnum– derivaba de la región natal de los asturianos, en lugar de un topónimo local existente y muchos otros apuntan a que la contribución de este pueblo del norte de España no se limita a la toponimia, sino que se extendería, también, a la bebida. 

Y es que otra verdad universalmente asumida pasa por vincular al imperio con el vino. Britania no era una excepción: importado o cultivado, el fermentado de uva estaba presente, pero, en aquel territorio, compartía importancia con la cerveza. Así se refleja en las trascendentales tablillas de Vindolanda, los documentos manuscritos más antiguos existentes en Gran Bretaña y que sirven de fuente de información sobre la vida en la frontera norte de la Britania romana. 

En menor medida, el hidromiel también estaba presente, y existen historiadores que afirman que la sidra también tendría un hueco gracias a estos astures, habitantes originarios de una región donde lleva fabricándose siglos y hasta la actualidad. Según estos estudiosos, no habría que esperar a que los normandos introdujesen la sidra en territorio británico pues ya en el II d. C. se disfrutaba de la misma en aquellas instalaciones cuasi mitológicas. 

Al fin y al cabo, si los integrantes de un pueblo que solía consumirla se habían trasladado lejos de su hogar, resulta lógico creer que, teniendo manzanas a su alcance, reprodujesen la receta aún en un territorio extraño. Igualmente, y además de los astures, la presencia de la cohors I fida Vardullorum también serviría para respaldar esta afirmación.

Esta cohorte procedía de la región vasca aquitana, en torno a la actual Gipuzkoa, donde todavía hoy existe una tradición de producción y consumo de sidra. Presunción que podría hacerse extensiva a la cohors II Vasconum, al ser los vascones vecinos de los Vardulli, asentados también en el norte de Hispania, por lo que la manzana fermentada tampoco les resultaría ajena.

 

El primer cervecero profesional de Gran Bretaña

Es indiscutible que la llegada de los romanos a las Islas Británicas en el 54 a.C. trajo consigo importantes cambios para los pobladores originales. No obstante, algunas cosas no cambiaron. Entre ellas, la producción de cerveza que era habitual en el lugar y siguió desarrollándose durante el período de control de los conquistadores. Generalmente se cree que la elaboración de bebidas en las Islas Británicas es parte de la tradición celta. Como actividad habría comenzado mucho antes de la introducción del lúpulo por lo que seguramente se usaron ingredientes como la miel, la reina de los prados, los brotes de abeto o la artemisa, todos ellos reintroducidos en recetas actuales. 

Aunque la tradición y algunos documentos ya atestiguaban el pasado cervecero de la Britania anterior a San Patricio, fueron unos descubrimientos de la década de 1970 los que demostraron que incluso los invasores consumían una primitiva Ale. Una serie de anotaciones escritas en las mencionadas tablillas de madera encontradas en Vindolanda —otro fuerte romano del muro de Adriano en la actual Northumbria— que datan de entre el 90 y el 130 d.C. revelaron que la guarnición compraba ceruese a los fabricantes de cerveza de la zona.

Según arqueólogos como Edward Biddulph, las primeras guarniciones de Vindolanda, los tungrios y los bátavos, provenían de las provincias del norte del Imperio romano y claramente tenían predilección por la cerveza, bebida que consumían en grandes cantidades. En la tablilla 628, el decurión Masclus, de la novena cohorte bátava, solicita órdenes sobre los pasos a seguir y termina su carta con: «Mis hombres no tienen cerveza; por favor, ordenen que se les envíe».

Atrectus Ceruesarius: el primer cervecero profesional de gran bretaña

En otras anotaciones se menciona a Atrectus ceruesarius, considerado el primer cervecero profesional británico de la historia. Igualmente, los registros contables reflejan la adquisición de cereales, una parte de los cuales probablemente se destinase a la elaboración de cerveza. Esto ha hecho que algunos arqueólogos sostengan que las guarniciones de Vindolanda o Birdoswald se encargaban de la compra de los ingredientes, pero contrataban a lugareños para elaborar la bebida destinada a las tropas.  

De lo que no hay prácticamente ninguna duda es que, en la Britania de San Patricio, la elaboración de cerveza, tanto a escala doméstica como destinada a la venta, debió estar generalizada. Así lo atestiguan vestigios arqueológicos vinculados con esta actividad encontrados en todo el país. 

Destaca especialmente la aplicación de la tecnología de hipocausto, una especie de calefacción central para los hogares romanos, que fue adaptada en la región para construir secaderos permanentes de cereal malteado. 

Los restos de estos edificios de doble suelo con conductos subterráneos se han encontrado en granjas romanas como en la que vivía San Patricio cuando fue secuestrado por piratas escotos. Los asaltantes destruirían la propiedad y llevarían al joven a Irlanda como esclavo, forjando la leyenda del personaje que recordamos estos días.

 

La historia de San Patricio está llena de mitos, pero su relación con la cerveza y la sidra nos recuerda que estas bebidas han acompañado a la humanidad durante siglos. Desde la Britania romana hasta la actualidad, la cultura cervecera ha evolucionado, pero su esencia sigue intacta: unir a las personas en torno a una buena pinta. 

Si te ha gustado este viaje por la historia, ¿qué mejor manera de celebrarlo que con una cerveza de calidad? Descubre más en el blog sobre cerveza de Amantes Cerveceros y brinda como lo haría el propio San Patricio. ¡Sláinte!