Con esa pasión por acotar temporalmente cualquier suceso que les caracteriza, a algunos periodistas les gusta afirmar que la craft beer revolution comenzó el 14 de octubre de 1978. Ese día, el presidente Jimmy Carter firmó el proyecto de ley HR1337, que incluía la legalización federal de la elaboración de cerveza casera en Estados Unidos.
Decir que el interés por “otro tipo de cervezas” surgió en ese momento es tan exagerado como atribuir a Carter la paternidad del homebrewing. La campaña por la abolición de la prohibición había comenzado mucho antes y, de hecho, el 19 de julio de ese mismo año, el gobernador de California, Jerry Brown, ya había rubricado un documento similar para su estado.
Incluso con el temor a que agentes de la ley irrumpiesen en el cobertizo del patio trasero, la elaboración casera de cerveza era un hobby bastante extendido en el país, pero con su legalización vivió una explosión, apareciendo tiendas especializadas, clubs y concursos a cuya sombra nacerían fenómenos como el Beer Judge Certification Program (BJCP), el programa que todavía es el referente para juzgar cervezas en todo el mundo.
En Europa, la elaboración casera dista mucho de estar tan extendida como en Estados Unidos, donde se estima que un 1% de toda la cerveza que se consume está elaborada en los hogares. Algunos culpan de esta posición inferior a la diversidad legislativa en el continente y a situaciones tan curiosas como la que se vive en Alemania, donde además de las restricciones marcadas por la Ley de la Pureza de la Cerveza –la Reinheitsgebot—, los cerveceros caseros debían declarar su producción anual a la aduana y estaban sujetos a impuestos si elaboraban más de 200 litros.
Aun así, según los datos oficiales, el número de cerveceros caseros en Alemania se ha triplicado en la última década y actualmente operaran alrededor de 10.000 homebrewers registrados en la aduana nacional.
Homebrewing, Reinheitsgebot y burocracia
A mediados del mes de mayo, la Neue Soziale Marktwirtschaft, una organización de la industria metalúrgica y eléctrica alemana inauguraba en Berlín una exposición dedicada a la burocracia. Evidentemente, con un museo donde incluso hay una "sala de espera, espera, espera..." en la que un esqueleto aguarda un turno que nunca llegará, este lobby pretendía criticar lo que para muchos es uno de los males del país.
Se dice que la burocracia moderna la instauró hace unos 200 años el Baron vom Stein, pero el gusto por la legislación, los procedimientos reglados y documentar minuciosamente hasta la mínima intervención es muy anterior. Ya la Liga Hanseática, la poderosa alianza de ciudades alemanas que dominó el comercio de la Europa Medieval tenía una burocracia muy adelantada a su tiempo.
La situación ha debido llegar a unos extremos tan absurdos que el pasado otoño el canciller Olaf Scholz hizo un llamamiento a los partidos democráticos del país para que se uniesen en un esfuerzo concertado para acabar con lo que calificó “el moho de la burocracia”. «Necesitamos un nuevo esfuerzo nacional para hacer que Alemania sea más rápida, más moderna y segura», dijo Scholz durante el anuncio de lo que denominó el "pacto con Alemania".
Los planes presupuestarios del gobierno de Scholz incluyen alos cerveceros caseros
Tras analizar ese pequeño segmento, encontraron que el Ministerio de Finanzas había recaudado en impuestos a los homebrewers que producen al menos de 200 litros de cerveza al año, solo 11.000 euros, lo que no justificaba el esfuerzo administrativo. Sorprendentemente, el cambio propuesto distó mucho de una reforma de gran calado, sino que se limitó a elevar la cantidad a los 500 litros.
Scholz no adelantó si en un futuro próximo también se tocará otra traba burocrática que afecta a los cerveceros caseros. Hasta ahora están obligados a comunicar con antelación a la oficina de aduanas el inicio de la producción, el lugar de producción y la cantidad prevista que producirán en ese año fiscal.
Los impuestos de la cerveza alemanes son unos de los más antiguos del mundo, con gran repercusión en la economía de algunos de los estados desde la época medieval. El caso más conocido probablemente sea el del Baviera. El gobierno de Múnich siempre ha defendido que la Reinheitsgebot es una norma que garantiza la calidad de la cerveza, pero si analizamos su aparición y desarrollo, tal afirmación queda desmontada. La Ley de la Pureza de la Cerveza —ya sabéis, un edicto de 1516 que establece que la cerveza solo puede elaborarse con agua, malta, lúpulo y levadura— tiene un claro trasfondo impositivo y cuando Baviera se integró en el imperio alemán, además de exigir quedarse con la recaudación de las tasas sobre la cerveza, impuso la ley a todo el país.
Y es que con el dinero no se juega, o como diríamos aquí: «Amigos sí, pero la vaca por lo que vale».
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