La primera mención al Yule, la primitiva cerveza de Navidad escandinava, se encuentra en un poema del siglo IX en el que el primer rey de Noruega, Harald I, en una clara muestra de la simbiosis entre festejos paganos y bebida, declaraba su amor por la cerveza.
Muchas de las tradiciones relacionadas con la celebración de la Navidad aluden a la época de los vikingos y sus leyendas, no al Mesías. Para el investigador de los fermentados Lars Marius Garshol, hasta hace relativamente poco los agricultores escandinavos priorizaban la dimensión pagana a la cristiana en estas fiestas.
Hay numerosas historias clásicas de familias expulsadas de sus propias casas por los trolls en Nochebuena, seres grotescos que además devoraban el banquete. En una de ellas, desarrollada en una granja de Kvam, en Aurland, municipio famoso por su fiordo, la cerveza juega un importante papel. Como en toda Escandinavia, en Kvam todos los años los trolls solían sacar a la gente de su casa en Nochebuena y atiborrarse del festín navideño.
Sin embargo, un año, llegó un extraño con un arma a la granja en Nochebuena, preguntando si podía quedarse a pasar la noche. Los granjeros le dijeron que estarían encantados de acogerlo pero que debido al acoso de los trolls ni siquiera ellos podían disfrutar de su propia granja. El visitante le contestó que podía tener una solución para tal problema. Así, cuando cayó la noche y se dispuso el festín, el hombre cargó su rifle con una bala de plata y se escondió esperando la llegada de los trolls de la horda liderada por Trond. Uno de los trolls bajó entonces al sótano y volvió con cerveza para Trond, que dio cuenta de la bebida en un ølkjenge, momento que aprovechó el hombre escondido para liquidarlo y sembrar el caos entre los restantes, que huyeron despavoridos.
Lo cierto, es que seres fantásticos al margen, es habitual en toda la región celebrar la Nochebuena con cerveza y comida y, una vez terminado el festín, dejar todo sobre la mesa. Costumbre que según los etnógrafos hunde sus raíces en el hecho de que el Yule era una festividad que contaba con dos partes. La primera era una fiesta de difuntos en toda regla en la que la comida y la cerveza se dejaban sobre la mesa para que los antepasados pudieran disfrutar de los placeres de la vida una vez más. La segunda parte sería la celebración del solsticio.
Según Garshol, aquí la fiesta al principio del año sería importante porque marcaría un precedente para el resto de los 365 días: la gente creía que tal y como el año comenzaba, así continuaría.
Por ello, si comías y bebías abundantemente el primer día, sentarías un precedente para los restantes y para ello debías optar por los mejores productos y en el caso de la bebida, esta era la cerveza. Por último, si en el Yule arrojabas unos cuantos granos —de cebada mejor que de avena– bajo la mesa, la cosecha del año sería abundante.