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Uno de los factores del “éxito” del cristianismo fue integrar tradiciones locales. No estamos ante un fenómeno nuevo; anteriormente ya lo habían hecho otros, pero los primeros cristianos demostraron ser especialmente eficaces en esa tarea. 

 

En una de las celebraciones en las que más se aprecia esa asimilación es en la Navidad, una tradición que en su encarnación más lúdica bebe del paganismo germánico y nórdico. Y nunca mejor usado el término líquido, ya que en estas regiones las celebraciones del solsticio de invierno estaban regadas con diferentes tipos de cerveza.

 

No nos llamemos al engaño, como otras partes del mundo, la producción comercial de cervezas navideñas en la región escandinava es muy reciente y no comenzó hasta finales del siglo XIX y principios del XX, pero en este caso sí que tenemos una base histórica de fermentados estacionales: Julebryg y Juleøl eran bebidas concebidas para regar las celebraciones de diciembre, la época del año en que los días son más cortos y las noches más largas.

 

Especialistas como el historiador cervecero danés Bjarke Bundgaard, lo tienen muy claro y aportan pruebas de que los vikingos celebraban con una cerveza fuerte y muy maltosa sus festejos de Jul –o Yule–: la festividad del 21 de diciembre implicaba pasar el solsticio de invierno consumiendo esta bebida y ofreciéndola a los tradicionales dioses nórdicos como Odín o Frey

 

Garshol afirma que incluso cuando el cristianismo llegó a aquellas tierras, la tradición continuó y la elaboración de una cerveza navideña se plasmó en ley. El rey Haakon I «El Bueno» de Noruega decretó en el siglo X que cada hogar debía elaborar una cerveza para el Jul. Como viene siendo habitual, ritos paganos y cristianos se solaparon y la unión se reforzó todavía más en el siglo XIII con las conocidas como Leyes Gulating, cuyo origen se presume incluso anterior a este siglo. Estas normas tipificaban sanciones específicas –que iban desde una multa a la pérdida de la propiedad— para todos aquellos hogares que no prepararan su cerveza navideña.

 

Bundgaard enriquece el vínculo de la cerveza con tradiciones navideñas hoy en día olvidadas. Así, más allá de compartir cervezas especialmente elaboradas para la época con amigos y familia, también era habitual hasta el siglo pasado que los escandinavos llevasen cerveza a los llamados “nisse”, unos traviesos gnomos que vivían generalmente en los graneros y viejas granjas. 

 

Con esa ofrenda cervecera se buscaba ganarse la amistad del pequeño ser mitológico o, al menos, apaciguarlo porque poseía suficiente magia para estropear una cosecha si no estaba satisfecho. Se sabe que la cerveza que se servía a los duendes navideños solía elaborarse con una malta clara y probablemente fuese bastante dulce. 

 

Lo corroboran los registros encontrados en algunas viejas cervecerías que conservan recetas de una ‘cerveza blanca’ de temporada. Una buena argumentación para rebatir a aquellos que piensan que una Christmas Beer solo puede ser oscura y fuerte.