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En el equipo de Cultura de Cerveza hemos dicho en más de una ocasión que la IPA, la India Pale Ale, nació para solucionar un problema. No es una afirmación hecha a la ligera. Esconde nuestro deseo primigenio de arrojar luz sobre el mundo de la cerveza y acabar con muchos de los mitos que la rodean, objetivo de esta sección.

 

Olvídense por un principio de las evocadoras etiquetas que representan al Taj Mahal, barcos veleros, turbantes o sijs y viajemos a Portsmouth, sede de la Marina Real británica. Es en esta localidad portuaria donde está el germen de la IPA y no en Londres, como tantas veces se ha repetido. El almirantazgo y los discutibles prohombres de la Compañía Británica de las Indias Orientales buscaban desde finales del siglo XVI una bebida que aguantase bien las travesías marítimas. Travesías que por aquel entonces eran largas y con bruscos cambios de temperatura, lo que hacía que agua y otros líquidos se corrompiesen rápidamente, obligando a las naves a planificar costosas escalas para reponer suministros.

 

La cerveza no era una excepción y los cerveceros de todo el país probaron diferentes recetas con mayor o menor fortuna. Fue en esas décadas de trabajo cuando descubrieron que las cervezas a las que se añadía una cantidad más elevada de lúpulo se comportaban mejor. Es en este punto donde ya detectamos las falacias que afectan al estilo. En primer lugar, la cerveza que más tarde conoceríamos como IPA ni fue “creada” ni su único destino fue la India. La Compañía Británica de las Indias Orientales no se estableció oficialmente en el subcontinente asiático hasta 1772.

 

Aunque hemos mencionado Portsmouth como punto geográfico en el que se documentó la necesidad de una “cerveza marítima”, en la práctica fue en Londres donde se lograron los primeros éxitos. Esto no se debió a una pericia especial de los cerveceros de la capital, tal como se puede leer en algunos libros, sino a que la explosión demográfica y la proximidad a un gran puerto habían convertido  a la ciudad en el principal centro de producción cervecera de Gran Bretaña.

 

Fue en ese cosmos de pequeñas fábricas en la que —con el mencionado prueba error— se consiguió una receta que viajaba bien pero que al igual que la Porter no puede atribuirse a un único cervecero. Si en el caso de la Porter, la falsa paternidad recae en Ralph Harwood, en el de la IPA el nombre es George Hodgson.

 

Con absoluta rotundidad puede afirmarse que Hodgson no inventó la IPA —de hecho sus envíos a la India fueron muy posteriores a los de sus colegas y su cervecería era una de las más pequeñas de Londres— pero su nombre ha pasado a la historia por haber sido uno de los más exitosos.

 

En ese suceso tuvo mucho que ver la privilegiada situación de su fábrica. Fundada en 1751, la Bow Brewery estaba a orillas del río Lea, justo en el punto de unión con el Támesis donde se situaba el muelle en el que se cargaban las mercancías con destino a la India. Esa proximidad también propició un contacto estrecho con los capitanes de los barcos, actores que jugarían un papel capital en el éxito de la IPA pero cuya intervención también está cargada de incorreciones. Capitanes marítimos y cerveceros de Burton protagonizarán la segunda parte de este capítulo.