Parental Access
Estrella Galicia

Antes de darle caña...

¿Eres mayor de edad?

Confirma que tienes más de 18 años.
Hola, Tienda

¿Ayunar con cerveza? La sorprendente historia del “pan líquido” en Cuaresma

Se ha enviado un email para restablecer su contraseña
Se ha producido un error al enviar un email para restablecer su contraseña

A diario escuchamos hablar y leemos sobre dietas milagro, sabemos de estrategias sorprendentes para perder esos kilos de más, o incluso se presenta como algo novedoso el ayuno intermitente. Lo cierto es que donde algunos asumen periodos en los que restringen el consumo de alimentos exclusivamente por el culto a su imagen, esta no es una conducta extraña al comportamiento humano. 

Solo que, hasta hace no mucho, esas etapas de auto limitación estaban fundamentalmente guiadas por otros motivos como una estricta observancia de fe. Todavía mucha gente lo sigue respetando. De hecho, estamos en la época por antonomasia para ello en la religión católica: la Cuaresma.

El origen y la evolución del ayuno en la tradición cristiana

Tampoco se debe desconocer que el ayuno lo practicaban ya los romanos en la antigüedad. Los primeros cristianos, en ese círculo sin fin de amoldarse a los ritos preexistentes, lo adoptaron para prepararse para la Pascua. Inicialmente el periodo de ayuno era más limitado, solo un par de días de intensa oración y contrición antes de la celebración de la Resurrección. Fue en siglos posteriores cuando la Iglesia lo extendió a los cuarenta días que su propio nombre indica y que abarcan desde el miércoles de Ceniza al domingo de Pascua. 

Actualmente, la práctica más habitual pasa por evitar el consumo de carne los viernes. Históricamente, sin embargo, las manifestaciones eran más diversas. El propio Sócrates, nacido en Constantinopla a finales del siglo IV, como historiador de la Iglesia daba fe en sus textos sobre la divergencia de manifestaciones existentes en el ayuno. Indica en su obra que, durante este periodo, algunos fieles se abstenían de ingerir toda clase de seres vivos, mientras que otros, de todos los seres vivos, comían solo pescado. Algunos, pescados y aves; y los había que evitaban las frutas de cáscara o piel dura. 

Los más estrictos se limitaban al pan duro o, simplemente, evitaban ingerir cualquier alimento. La pretensión con esta conducta era emular el tiempo que Jesucristo había pasado en en el desierto de Judea, privado de alimentos y resistiendo la tentación. También simbolizaba una manera de renovar las promesas bautismales en la Pascua de cada año.

Cómo organizaban los monjes su ayuno a lo largo del año

A nivel documental, el ámbito monástico resulta clave para comprender mejor la evolución de esta tradición. Los monjes fueron especialmente fervorosos en su observancia. Si acudimos a las reglas de san Benito encontramos una entrada dedicada específicamente a las horas en que se ha de comer. Así, el santo dividía el año litúrgico en cuatro periodos respecto a la comida: el primero, identificado con el tiempo de Pascua; el segundo, abarcando de Pentecostés al 14 de septiembre; en tercer lugar, la conocida como cuaresma monástica, desde esta fecha de septiembre hasta el miércoles de ceniza; y, por último, la cuaresma respetada por los creyentes en general.

Salvo en Pascua, que no se ayuna, y en el que los hermanos comen al mediodía —después de cantar el oficio de sexta— y cenan al atardecer, en los demás periodos sí se restringe el consumo de alimentos. Un ayuno que consiste, básicamente, en posponer la comida de la hora sexta a la hora nona o a la de vísperas según el momento o, dicho de otra manera, en prolongar el tiempo de ayuno entre las comidas. 

A la postre, de Pentecostés hasta mediados de septiembre sólo se ha de ayunar los miércoles y los viernes, posponiendo la comida hasta la hora nona (antes de las 3 de la tarde en verano) pero siempre que no hubiese trabajo en el campo y que el calor no fuese excesivo; los demás días se come al mediodía y probablemente también se cenaba. El tercer periodo, de cuaresma monacal, extiende ya el ayuno a los siete días de la semana. La privación dura, nuevamente, hasta después de recitar nona y no se cenaba, excepto el domingo. 

Ya en cuaresma se mantiene el ayuno todos los días, pero, más estrictamente, se prolonga hasta la hora de vísperas. Ahora bien, en una pequeña estrategia para adelantar esta carestía voluntaria de comida, la oración se recitaba antes para poder hacerlo todo con la luz del día y cumplir la indicación benedictina.

El pan líquido de los astutos monjes medievales.

Hora nona, por otra parte, que desde tiempos inmemoriales se identificaba con las tres de la tarde, ya que se consideraba que el día comenzaba a las seis de la mañana. Consecuentemente, las vísperas se celebrarían tras la puesta de sol y, solo entonces, se podría comer-en una clara semejanza con lo que ocurre durante el Ramadán. 

No obstante, los siglos trajeron consigo una relajación de esta disciplina de una manera subrepticia: si bien, la Iglesia conservó el orden de sus Oficios, transmitido desde tiempos remotos, tal y como se ha expresado, el cambio pasó por adelantar la hora de las Vísperas y, correlativamente, también todas las demás. La hora novena se trasladó a las doce y desde el siglo XII fue costumbre disfrutar de una pequeña colación a esa hora. Una modificación que caló en la sociedad y que ha llegado hasta nuestros días. 

Otra de las máximas que guiaban el tiempo de ayuno se recoge en la expresión “liquida non frangunt ieiunium" (los líquidos no rompen el ayuno). Santo Tomás de Aquino discute en su obra si beber rompería la disciplina y concluye negando tal violación, siempre que nada sólido acompañase a la bebida. Una filosofía que ayudará a comprender la importancia de la cerveza durante este periodo. Así, los monjes de los monasterios de la Edad Media elaboraban una cerveza más fuerte y nutritiva para el tiempo de Cuaresma que les permita mantenerse en forma para el trabajo diario. 

La representación más clara de ello la encontramos de la mano de los monjes del monasterio de Neudeck ob der Au, en Baviera.  Pertenecientes a la Orden de los Mínimos, fundada por el ermitaño calabrés San Francisco de Paula en el siglo XV, su propio nombre subraya los votos de profunda humildad que observaban los hermanos integrantes. Un estricto estilo de vida ascético, en perpetua abstinencia de toda carne y productos lácteos, denominado vita quadragesimalis en latín, que se extendía a todo el año y se agudizaba en Cuaresma, lo que —según la leyenda— los llevó a idear una dieta basada fundamentalmente en cerveza durante esos cuarenta días. 

Estos paulinos habrían creado en 1634 una bebida especial, tan malteada y rica que la llamaban "pan líquido", repleta de carbohidratos y otros nutrientes, guiados por la idea de que los líquidos purificaban tanto el cuerpo como el alma. Nacía así una antecesora de la actual Doppelbock. Bastante fuerte para su época, a veces la gente se emborrachaba con su Salvator —así se denominaba– pues se creía que cuanto más "pan líquido" se consumiera, más purificado estaría uno para la Cuaresma. 

El juicio del Papa: la cerveza monástica como sacrificio aprobado

Continuando con la leyenda, se dice que cuando la receta de los frailes mejoró, temieron que su cerveza fuera demasiado sabrosa y embriagadora; tanto, que su consumo infringiera la disciplina cuaresmal, que se suponía debía de identificarse con el sacrificio. Para despejar la duda decidieron en torno a 1700, enviar un barril al Papa para pedirle su opinión. Sin embargo, durante la larga travesía y bajo el ardiente sol de Italia, la cerveza se echó a perder. Cuando llegó a Roma el líquido poco se asemejaba al original y resultaba repulsiva. 

El pontífice decidió en consecuencia: cualquiera que bebiera aquel líquido demostraba humildad ante Dios, así que bendijo la cerveza como un sacrificio cuaresmal aprobado, perfecto para purificar los pecados.

Más tarde, el monasterio vendería su Doppelbock durante diversas festividades, obteniendo licencia en 1780 para su venta en tiempo ordinario. Tras la abolición de la institución en 1799, Franz Xaver Zacherl abrió en 1813 una cervecería en su lugar y actualmente la tradición continúa en el lugar.

¿Estarías dispuesto a un ayuno cuaresmal a base de cerveza?

La importancia de la cerveza en la Cuaresma también ha inspirado otras iniciativas en tiempos recientes y llenas de buenas intenciones. Al otro lado del Atlántico, la Diócesis de Scranton, Pensilvania, lanzó una colaboración con un fabricante local para apoyar sus programas contra el hambre. 

El padre Brian Van Fossen y Mark Lehman, uno de los copropietarios de Breaker Brewing, quienes fueron juntos a la escuela secundaria, idearon la receta de Forty Days, una Doppelbock con notas a pan tostado, toffee y frutas pasas, contundente e ideal para el periodo. Van Fossen investigó sobre el estilo de Múnich y sobre su importancia como medio para sobrellevar el estricto ayuno cuaresmal. 

Lehman se puso manos a la obra, empleando maltas Pilsen, Munich y lúpulos Hallertau para equilibrar el dulzor. Según los promotores, su comercialización ha sido un éxito por lo que los ingresos ayudarán a los proyectos para gente sin hogar de la congregación. Han recibido peticiones de su receta desde otros Estados, como Maine. 

Beber cerveza por fe (y likes): los casos virales del ayuno cervecero

Lo que no sabemos es si J. Wilson, Chris Schryer de Toronto o Del Hall, de Cincinnati han sido alguno de los destinatarios de esta etiqueta. Ellos son solo alguno de los nombres que se han viralizado por someterse voluntariamente al ayuno cuaresmal a base de cerveza. Wilson incluso escribió un libro con su experiencia. 

La vivencia del canadiense Schryer, que ya había seguido diferentes versiones del ayuno cristiano antes de optar por la cerveza en la Cuaresma de 2014, fue cubierta por The National Post y Vice. Del Hall, originario de Cincinnati y veterano del Ejército, aprovechó su penitencia para recaudar fondos para fines benéficos. En 2019 su iniciativa saltó a la palestra y de su historia se hicieron eco medios como Food & Wine o The New York Post e incluso recibió una llamada del cardenal germano. 

Su dieta a base de esta bebida sirvió en 2020 para recaudar más de 10.000 dólares destinados a una organización benéfica local al comienzo de la pandemia de coronavirus. En 2021 lo hizo nuevamente y los fondos los recibieron trabajadores locales del sector servicios.  

Su historia inspiró a otros a seguir sus pasos: tal es el caso de Patrick Berger, dueño de un bar de Chicago que además de animarse al ayuno ha creado en colaboración con la Great Central Brewing de su ciudad su propia Doppelbock alemana. Contundente, el propio Berger advierte de ello: “Si no bebes, no la pruebes”. Es, al fin al cabo, la receta perfecta para sobrellevar el ayuno. 

 

¿Te apasiona la historia cervecera y sus curiosidades?

Descubre más leyendas, estilos y tradiciones en nuestro blog sobre cerveza de Amantes Cerveceros. ¡Tu próxima cerveza favorita también tiene historia!