A Jimmy Carter le gustaba especialmente la Navidad. Da fe de ello en Christmas in Plains: Memories, obra en la que gracias a su prodigiosa memoria describe detalladamente su infancia en Georgia. El futuro presidente relata los días previos a la llegada de Santa Claus poniendo énfasis en la decoración de la casa y la escuela; las cartas que él y sus hermanos Billy, Gloria y Ruth le escribían («afinábamos las listas hasta lograr un equilibrio razonable entre nuestras altas expectativas y las advertencias de nuestros padres, diseñadas para desinflar nuestras esperanzas y no había ninguna posibilidad de que pudiéramos intimidarlos o pedir con éxito regalos específicos»); la meticulosidad a la hora de seleccionar los libros qué pedir; y, finalmente, los regalos recibidos. Esos presentes eran siempre mejores si la cosecha de cacahuetes de la plantación familiar había sido buena ese año, teniendo a la bicicleta como la indiscutible estrella.
Jimmy era el hijo mayor de Bessie Gordy y James Earl Carter, un exitoso granjero que cumplía con casi todos los estereotipos del terrateniente sureño. Según sus biógrafos, fue en ese entorno donde estableció el primer contacto con la elaboración de cerveza. Concretamente con una forma clandestina que seguramente tendría su repercusión años más adelante.
La elaboración clandestina en el sur
En Georgia la elaboración en casa de bebidas ha estado arraigada desde la época en la que se establecieron los primeros colonos. Hasta la guerra de Secesión fue una actividad consentida, pero con la derrota de los Estados Confederados la situación cambió. Cuando los georgianos vencidos regresaron a la Unión se encontraron que estaban sujetos a un impuesto federal sobre el alcohol.
El Congreso, intentando equilibrar el presupuesto nacional, creó el Servicio de Impuestos Internos, cuyo fin era recaudar tasas sobre el alcohol y el tabaco. En Georgia, muchos productores de bebidas clandestinas, en su mayoría pequeños agricultores, se negaron a interrumpir sus actividades o a pagar el impuesto correspondiente. La producción no era ilegal en sí misma, pero los intentos de los productores de evitar pagar el impuesto federal sí lo eran. A estas personas se las conocía como “moonshiners” porque operaban sus alambiques ilegales por la noche, a la luz de la luna.
«Esto desencadenó una guerra muy publicitada en el norte de Georgia entre los destiladores clandestinos y los recaudadores de impuestos, los agentes federales que buscaban hacer cumplir. Los destiladores clandestinos atacaban a los recaudadores de impuestos e intimidaban a sus vecinos que de otro modo podrían verse tentados a ayudar a los recaudadores a identificar a los infractores de la ley. A principios de la década de 1870, el Ku Klux Klan unió fuerzas con ellos para combatir a los recaudadores», sostiene el historiador Bruce E. Stewart.
Curiosamente, tras la guerra de Secesión muchos antiguos esclavos también se habían incorporado a la actividad y la situación llegó a ser tan preocupante que a finales de siglo se estima que cuatro quintas partes de todos los casos judiciales en las montañas de Georgia estaban vinculados con problemas causados por la elaboración clandestina
El problema se agravó en el siglo XX, cuando el moonshiner pasó de ser una especie de artesano a un gánster codicioso. Aunque oficialmente la Prohibición comenzó con la aprobación de la Decimoctava Enmienda a la Constitución en 1919 y su implementación en 1920 mediante la Ley Volstead, en la que el Congreso declaró ilegal toda fabricación y consumo de alcohol, en Georgia ya funcionaba una legislación similar dese 1907.
La Prohibición aumentó la demanda de bebidas clandestinas y los gánsteres pronto acapararon el mercado, creando complejas redes de fábricas ilegales y obligando a los agricultores a cooperar con ellos. A partir de 1933, con el final de la Ley Seca, la actividad se redujo, pero con una Georgia sufriendo las penurias de la Gran Depresión, muchos de los vecinos de los Carter continuarían fabricando de forma ilegal las décadas siguientes e incluso, cuando fue elegido gobernador del estado, a finales de 1970, todavía eran frecuentes los licores y las cervezas de dudosa procedencia.
El homebrewing llega a la Casa Blanca
El protagonista principal de un reportaje producido por The Wall Street Journal con motivo del fallecimiento de Jimmy Carter fue Ken Grossman. Aun siendo políticamente incorrecto, el fundador de Sierra Nevada, hablaba en él de sus comienzos en la elaboración casera de cerveza en los años setenta, cuando solo tenía 15 años. Cuenta cómo escondía el equipo de elaboración en su armario y la explicación que le dio a sus padres cuando estos lo descubrieron.
El pionero trató de convencerlos de que el objetivo era un experimento escolar y que nunca había consumido el producto obtenido de la fermentación. Seguramente nunca le creyeron. Además, el precoz cervecero vulneraba una ley. En ese momento no solo era ilegal hacer cerveza en casa sino incluso comprar malta, lúpulo y levadura con ese fin.
Todo ello cambió el 14 de octubre de 1978. Ese día, Jimmy Carter firmó la ley federal H.R. 1337, que autorizaba a cualquier adulto a producir cerveza para uso personal o familiar y no para la venta sin pago de impuestos.
Tal como comenta Grossman en el reportaje, la firma no solo fue importante por el hecho en sí sino por el momento en el que tuvo lugar: en 1978 había ingredientes disponibles para los cerveceros caseros y el homebrewing estaba convirtiéndose en un hobby muy popular, especialmente en California, de dónde habían partido las primeras peticiones de legalización, auspiciadas por el senador Alan Cranston. A partir de ahí, la historia es bastante conocida. Decenas de esos apasionados homebrewers —entre ellos el propio Ken Grossman— dieron el salto a la producción comercial e iniciaron la llamada ‘American craft beer revolution’.
Por supuesto hubo críticas a la aprobación de la norma. Las primeras llegaron de los abstemios más recalcitrantes. Decepcionados porque pensaban que el presidente era uno de los suyos al haber declarado la Casa Blanca “zona seca”. Ahora sabemos que la realidad era muy diferente. «Cuando llegué a la Casa Blanca, hicimos un cambio importante que causó mucha controversia: dejamos de servir destilados. Algo que había sido una práctica habitual entre mis predecesores. Y con esa decisión ahorramos alrededor de un millón de dólares al año en gastos de comidas en la Casa Blanca», declaró Carter a la revista Wine Spectator en 2005.
Es evidente que cuando decidió apoyar el cambio, Carter conocía de primera mano el sinsentido de ese vestigio de la Ley Seca. No le faltaban argumentos, pero hubo algunos que vieron en su compromiso con una ley que solo un año antes había sido rechazada un evidente caso de nepotismo.
Jimmy y la cerveza de Billy
Billy Carter nació cuando su hermano Jimmy ya tenía doce años, destacaba en el colegio y prometía alcanzar metas elevadas. Esa diferencia de edad probablemente hizo que el Presidente siempre fuese comprensivo con los desmanes de Billy. Con sus comportamientos rudos, propios del “paleto sureño” que se enorgullecía ser, el pequeño de los Carter fue un rompedero de cabeza para toda la familia a lo largo su vida, pero sus actos adquirieron más notoriedad cuando Jimmy, tras ser nombrado Gobernador de Georgia, se postuló a la Casa Blanca. En ese momento la responsabilidad de gestionar la explotación de cacahuetes recayó en él. Fueron años de escándalos constantes que todavía hoy se recuerdan en Washington, especialmente el que terminó con una investigación del Senado.
Probablemente buscando una solución rápida a un problema de liquidez en la granja, Billy había recurrido al gobierno libio, que le concedió un préstamo de 220.000 dólares. Aunque el Senado no pudo demostrar que su acción hubiese influido en la política exterior estadounidense, el escándalo no fue bueno para la campaña de reelección de su hermano, quien a pesar de que sus asesores le aconsejaron que se distanciara públicamente de Billy, se negó a hacerlo.
Anteriormente, en 1972, Billy ya había dado muestras en Plains —el pueblo de la familia— de uno de sus talentos. Tras adquirir la gasolinera local, consiguió convertirla en uno de los mayores puntos de venta de cerveza del estado, con más de 2.000 cajas de Pabst Blue Ribbon despachadas al mes. No son pocas las imágenes de Billy con latas de esa marca contra la que, a pesar de confesarse un rendido admirador, intentó competir exactamente un año antes de que su hermano firmase la ley que permitía el homebrewing.
Usando su peculiar imagen, en julio de 1977 Billy lanzó la Billy Beer, una cerveza que promocionaba con este eslogan: «Hice elaborar esta cerveza solo para mí. Creo que es la mejor que he probado. Y he probado muchas. Creo que a ti también te gustará». Billy Beer tuvo una vida efímera, pero su creador no dejó de despertar interés, algo que hasta a él debió resultarle molesto. «Me negué a adaptarme a una imagen que mucha gente pensaba que debía adoptar el hermano de un presidente. Me consideraba un particular que no había sido elegido para un cargo público y me molestaba la atención de diferentes agencias gubernamentales de las que empecé a saber casi tan pronto como Jimmy juró su cargo», declaró al New York Times en un artículo en el que Stuart E. Eizenstat, el asesor principal del presidente confirmaba que ambos hermanos tenían una lealtad "intensa" el uno por el otro.
Sin Jimmy Carter no habría habido craft beer
En el anteriormente mencionado reportaje de The Wall Street Journal, Ken Grossman no obvia la historia de la Billy Beer, englobándola en un pasado en el que Estados Unidos era el hazmerreír del mundo de la cerveza. «Si eras europeo y venías a Estados Unidos y bebías una Lager ligera americana en los cincuenta o sesenta no tendrías muy buena opinión de la cerveza estadounidense en cuanto a carácter. Entonces la craft beer cambió toda esa dinámica», dice el fundador de Sierra Nevada.
Quizá sea una exageración, pero Grossman y otros de sus colegas creen que no habría habido cerveza artesanal sin homebrewing y que no habría habido homebrewing sin su legalización. Y en eso, el papel de Carter fue muy importante. Al igual que Billy, Jimmy Carter no encajó demasiado en el establishment de Washington. Su presidencia estuvo llena de luces y sombras, viviendo en las navidades de 1979 su momento más aciago. El 4 de noviembre de ese año cincuenta y dos estadounidenses fueron tomados como rehenes en la embajada de Irán.
Con esa situación, en lugar de regresar a Plains con la familia, los Carter decidieron pasar unas fechas señaladas en Camp David como símbolo de apoyo a las familias de los secuestrados. La crisis se prolongaría durante 444 días costándole a Carter la presidencia. La derrota le permitió regresar a una vida más sencilla en Plains y con el tiempo reinventarse como personaje público de dimensión global con un Premio Nobel de la Paz en su haber.
Carter sería sustituido por Ronald Reagan en 1981. El antiguo actor de Hollywood había sido gobernador de California, donde seguramente entabló contacto con los primeros cerveceros artesanales entre los que estaba Grossman. Si elucubramos, podríamos pensar que, escandalizado por su procacidad, Reagan impulsó otra ley. La suya, castigaba a cualquier estado que permitiera a personas menores de 21 años comprar bebidas con alcohol con la reducción de un 10% en su asignación federal anual para carreteras. Diferentes puntos de vista, pero todos válidos.