La producción industrial de envases de vidrio en el siglo XIX permitió la comercialización, entre ellos, de la copa de cerveza. Este hecho coincidió con el auge de la cerveza Pilsner, una cerveza de gusto limpio, tonos dorados y un buen filtrado.
Por primera vez en la historia era posible observar en todo momento el líquido que se consumía y la cerveza rubia debió resultar enormemente atractiva a la vista. Anteriormente la cerveza se consumía en recipientes de barro, cerámica, madera, piel, metal e incluso en cuernos ¡y en los cráneos de los enemigos vencidos!
Aunque es innegable la belleza de algunas jarras cerámica alemanas con sus tapas de zinc, para apreciar una cerveza no hay nada como una pieza de cristal.
Ya fuese por ampliar su clientela, por moda, o porque finalmente triunfó lo más adecuado, la realidad es que prácticamente todos los estilos de cerveza tienen una copa o un vaso ideal para su consumo.
Antes de elegir el tipo de copa de cerveza, recuerda:
Mucho más importante que elegir el modelo de copa de cerveza que vamos a emplear es observar cuatro puntos.
1. Limpieza: es indispensable que la copa esté muy limpia. A veces los lavavajillas dejan restos de jabón no solo
afectan a la formación de la espuma sino que influirán en el aroma y gusto de nuestra cerveza.
2. Uso exclusivo: no uses las copas en las que sirves tu cerveza para otras bebidas. Aunque una buena limpieza
debería eliminar cualquier residuo, algunas bebidas -especialmente aquellas con contenido lácteo- forman una película invisible en las paredes de la copa que influirá en tu degustación.
3. Buen estado: conserva tus copas en estado óptimo. No deben tener marcas ni arañazos. Además de dificultar
la apreciación de la cerveza y hacer más complicada su limpieza, la cristalería deteriorada puede ser causa de accidentes.
4. Temperatura: las copas, vasos y jarras de cerveza JAMÁS deben estar en congeladores o neveras.
El frío extremo oculta muchos de los matices más interesantes de una cerveza.