Considerada la primera experiencia de gobierno socialista de Europa, la Comuna de París fue heredera de la convulsa situación que vivió la Europa post napoleónica. En París, al descontento a causa de la miseria y la explotación que vivía el pueblo llano se unió un sentimiento de frustración por el armisticio firmado con Bismarck en enero de 1871. Consideraban que era una afrenta a su compromiso durante el duro sitio que habían sufrido en la Guerra Franco-Prusiana, cuando la ciudad aguantó en condiciones extremas.
El 18 de marzo de 1871, un grupo de ciudadanos de diversas ideologías y clases sociales se levantaron contra el gobierno. En la sublevación contaron con el apoyo de la Guardia Nacional de París y con un número importante de trabajadores desplazados de otras partes de Francia. Algunos de ellos provenían de las grandes fábricas de cerveza de Alsacia, región que se había anexionado la nueva Alemania tras la victoria en la guerra.
Los historiadores sostienen que la Commune fue un levantamiento espontáneo, pero no hay duda de que contó con ideólogos. Estos trazaron muchos de sus planes en brasseries a la sombra de una jarra de cerveza; fue precisamente en una de ellas donde se organizó la suscripción popular para la compra de los cañones que servirían de punta lanza de la revuelta.
Entre todas, una de las favoritas era la Brasserie des Martyrs, un local que, según el escritor Alfred Delvau, “si por algún capricho de la Providencia, París desapareciera y que sólo quedara en pie la Brasserie de la rue des Martyrs, esta gran posada de la inteligencia; sería fácil rehacer una ciudad nueva e interesante, donde ciertamente, sería espíritu lo que menos faltaría».
De las brasseries también saldrían algunos de los combatientes más implicados con la causa. Las crónicas del momento atestiguan que en muchos batallones de la Guardia Nacional contaban con mujeres. Uno de los más famosos fue el 209; en el desfile del 4 de abril por los bulevares de París pudo verse a tres cantineras con sable y fusil al hombro. En el batallón 248 se sabe que también combatieron antiguas camareras.
La estatua de Napoleón I fue derribada junto con la Columna Vendome durante el periodo de la Comuna de París. El pintor Gustave Courbet es el noveno desde la derecha. La Commune fue uno de los primeros grandes acontecimientos europeos ampliamente fotografiados.
La toma de París por los comuneros cogió por sorpresa al gobierno de Adolphe Thiers, que se retiró a Versalles. Allí se hizo fuerte hasta que tras dos meses de combates consiguió recuperar el control de la ciudad. En ese tiempo de autogestión y cierto caos, los parisinos proponen algunas medidas de corte social que servirían de modelo para revoluciones posteriores. Entre ellas destaca la jornada laboral de 10 horas, el laicismo del estado, la autogestión de las fábricas abandonadas o la creación de guarderías para los hijos de las obreras.
Una de las primeras decisiones de los revolucionarios fue convocar elecciones municipales libres. El resultado aupó al ayuntamiento a un consejo comunal, bautizado como “la Comuna” en honor a la antigua forma de gobierno que dirigió París durante la Revolución Francesa de 1789. El ejecutivo estaba formado por independientes, proudhonianos -socialistas que apoyaban la formación de comunas por toda Francia-, jacobinos -que seguían la tradición revolucionaria francesa- y blanquistas -comunistas que exigían acciones mucho más contundentes-.
La vida de la comuna fue efímera, tras apenas sesenta días es derrocada de forma sangrienta y fulminante por el gobierno de Versalles. La desorganización, las luchas internas y la falta de orden favorecieron el desmoronamiento. Ni siquiera las medidas a favor del consumo de cerveza evitaron que se diesen casos de embriaguez e indisciplina.
Aunque la cerveza había sido una bebida popular en el pasado, el vino había vuelto a entrar con fuerza en la capital en las décadas anteriores. Consolidó su posición durante la guerra con Prusia, ya que aunque Paris recibía diariamente un tren cargado de cerveza de Alsacia, se veía como una bebida de los ocupantes. En muchos casos consumido de forma excesiva, las clases populares veían en la bebida una forma barata y rápida de evasión de su situación miserable.
Los críticos de la comuna atacaron el movimiento asociándolo con alcoholismo y este con el falso patriotismo. Los versaillais comparaban a los miembros de la Comuna despectivamente con el vino adulterado, afirmando que solo aumentaba la sed de los infelices desdichados que lo consumían. Para luchar contra esta imagen, los líderes de la rebelión promovieron una moderación en el consumo y la sustitución del vino por cerveza, una bebida que consideraban menos embriagante.
Para el mundo de la cerveza, el sueño utópico de la Comuna perdura en diferentes etiquetas de cervezas francesas que recuerdan personajes y situaciones de ese momento histórico. En Sail sous Couzan, en el departamento francés de Loira, opera la Brasserie La Canaille, una cervecera artesanal fundada por Grégory Pardon, un apasionado de lo que representó la Comuna. “La Canaille” es el nombre de una canción habitual entre los revolucionarios y los nombres de todas sus cervezas (La Pétroleuse, L’insurgée, La Gavroche, La Sauvageonne…) están relacionados con ese período. Pardon también decidió crear un línea especial en la que cada marca recibe la denominación de una de las barricada donde los comuneros lucharon contra los versaillais.