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Dentro de los días dedicados a estilos concretos de cerveza, el Stout Day ha conseguido hacerse un hueco en el calendario cervecero. Celebrado desde 2010 el primer jueves de noviembre, sus promotores querían rendir con él un homenaje a una tipología cervecera, que si bien no nació en Irlanda, es de este país de donde han surgido algunos de los representantes más conocidos globalmente. Esa histórica preponderancia de los elaboradores de Stout irlandeses ha eclipsado una parte de la historia cervecera del país. El Stout Day es una buena excusa para descubrir algunos aspectos de la misma.

 

Unos años antes de la primera celebración del Stout Day, dos investigadores quisieron arrojar luz sobre uno de los grandes misterios de la arqueología irlandesa: los fulacht fiadh. Estos pequeños montículos con forma de herradura pueden pasar desapercibidos al estar la mayoría de ellos cubiertos de hierba, pero en la geografía de la isla esmeralda hay más de seis mil.

 

Aunque el término fulacht fiadh aparece reflejado en la literatura irlandesa desde el siglo IX, sus orígenes se remontan al Neolítico, período en el que se levantaron los más antiguos. Los arqueólogos han propuesto diferentes teorías sobre su uso. Hipótesis que van de lugar de horneado a la sauna, pasando por la producción textil o a la elaboración de alimentos al aire libre. La ubicación habitual de los montículos, siempre próximos a suministros de agua como arroyos, lagos o terrenos pantanosos, fue lo que inspiró a Declan Moore y a Billy Quinn para presentar una teoría que los relaciona con los orígenes de la cerveza irlandesa. Fue una mañana de resaca, discutiendo sobre la predisposición natural de todos los hombres a buscar medios para alterar sus mentes, cuando la pareja de arqueólogos de Galway llegó a la sorprendente conclusión de que los fulachts podrían haber sido las primeras cervecerías del país.

 

Para dar solidez a la especulación, se lanzaron a producir una cerveza en uno de ellos. Lo hicieron siguiendo el trabajo previo de otros investigaciones que ya habían establecido que la primera beoir (cerveza en gaélico) de Irlanda se había elaborado en la Edad del Bronce. Moore y Quinn condimentaron la bebida con hierbas autóctonas como el Mirto de Brabante o la Reina de los prados, plantas que actuaron a modo de gruit medieval, atenuando el dulzor de la malta, ya que el lúpulo –que nunca se ha dado bien en la isla– llegó a Irlanda bastante más tarde. Por el contrario la cebada siempre ha crecido con abundancia y todavía hoy es el cereal más cultivado de Irlanda, con aproximadamente 175.000 hectáreas plantadas cada año.

 

 

De los monjes cerveceros a la Irish Ale

 

 

Cebada y agua han dado forma a la cerveza irlandesa desde sus orígenes. Entre 1130 y 1540 se establecieron más de 400 abadías, prioratos y conventos en toda Irlanda. Los religiosos conformaron nuevas formas organizativas en las que la vida giraba alrededor del trabajo y la oración, ocupando la cerveza un lugar muy importante en la vida de estas comunidades. Seguramente, buscando explotar de la mejor forma posible los cultivos de cereal de las tierras que controlaban, muchos monasterios instalaron su propia cervecería. Esta actividad exigía disponer de agua abundante, de ahí que bastantes de ellos se levantasen en las proximidades de los fulacht fiadh, objeto de la investigación de Declan Moore y Billy Quinn.

 

Al igual que sucedió en la Europa continental, la producción de cerveza se profesionalizó de la mano de la Iglesia pero la conformación de una burguesía cervecera laica fue mucho más tardía en Irlanda.

 

Se sabe que la primera cervecería comercial del país inició su actividad en 1696, cuando John Smithwick ocupó los terrenos adyacentes a la antigua abadía franciscana de Kilkenny. Hasta la apertura de la cervecería de Smithwick –de quien se cree que inicialmente usó una antigua receta local del siglo XIV–, la mayor parte de la cerveza que se consumía en Irlanda era Ale importada de Inglaterra y Escocia. Curiosamente, muchas de esas cervezas se elaboraban con cebada que había salido de Irlanda, pero la situación estaba a punto de invertirse.

 

Beneficiándose de las favorables condiciones que durante un tiempo tuvo Irlanda para comerciar con Gran Bretaña y las colonias, Smithwick se convirtió en una gran empresa exportadora de Irish Ale. Rojiza, con mayor presencia de malta y sin apenas lúpulo, la Ale Irlandesa se hizo con un número bastante importante de consumidores en todo el Imperio, de ahí que no sea exagerado afirmar que estamos ante el primer estilo eminentemente irlandés. Un estilo que reinaría hasta la llegada de la Porter y la posterior configuración de la Irish Stout pero que todavía hoy cuenta con interesantes interpretaciones, algunas de ellas con claro acento gallego. Recuérdenlo cuando pidan su pinta de cerveza negra en este Stout Day.