Para todos los libros de historia, la principal consecuencia de la Guerra Franco-Prusiana (que se inició el 19 de julio de 1870) fue la configuración de Alemania como potencia mundial. Pero el conflicto también fue determinante para la evolución del sector cervecero, para la historia de la cerveza. Otto von Bismarck demostró que en la guerra moderna la tecnología y el rápido movimiento de tropas era imprescindible. Para llevar a sus soldados al frente, el ”Canciller de Hierro” usó intensivamente el ferrocarril. Esta red, tras la derrota de Francia, sería utilizada para transportar cervezas Lager y Pilsner por todo el continente.
Con la capitulación gala en la Guerra Franco-Prusiana, las provincias de Alsacia y Lorena pasaron a manos alemanas. Así se potenció notablemente la actividad cervecera en la región, con la implantación de modernos equipos y avanzadas técnicas de producción. El científico Louis Pasteur, buscando dotar a los cerveceros franceses de una ventaja competitiva frente a los germanos, centró sus investigaciones en ese sector. En 1876 publicó Études sur la bière, en el que concluía que los responsables de la fermentación de la cerveza eran microorganismos.
Pasteur había sido profesor en la Universidad de Estrasburgo, en Alsacia, y estaba casado con la hija del rector, por lo que la invasión alemana le afectó muy directamente.