El turismo espacial ha llegado para quedarse, por lo menos entre los multimillonarios. A principios de este verano asistimos a una carrera entre Jeff Bezos y Richard Branson por convertirse en el viajero espacial más mediático. Finalmente fue Bezos, quien a bordo del cohete New Shepard de Blue Origin, subió a una altura mayor, alcanzando la línea de Kármán. Situada a más de 100 kilómetros, esta frontera imaginaria establece el límite entre la atmósfera terrestre y el espacio.
Uno de los últimos que se han apuntado a esta moda solo apta para asiduos de la lista Forbes es Jared Isaacman. El empresario tecnológico fundador de Shift4 Payments ha fletado la nave SpaceX para un viaje de tres días. En esta ocasión, la curiosidad reside en que el vuelo que tiene previsto despegar este septiembre del Centro Espacial Kennedy de Florida llevará un pequeño cargamento de lúpulo.
El objetivo de Isaacman es subastar este ingrediente para que algún fabricante elabore con él una “cerveza espacial” que se venderá para recaudar fondos para el St. Jude Children’s Research Hospital, un centro de investigación y tratamiento pediátrico centrado en las enfermedades de los niños, especialmente la leucemia.
Además del lúpulo, a Isaacman lo acompañarán otros tres pasajeros. Uno de ellos ganó el billete espacial en un sorteo que recaudó 13 millones de dólares, importe que se sumará a lo que se obtenga con la cerveza y a los 100 millones que se ha comprometido a donar el filántropo tecnológico.
Esta no es la primera vez que se experimenta en la cerveza con ingredientes que han estado en el espacio. En 2009, la japonesa Sapporo elaboró una receta con cebada que había estado a bordo del módulo de servicio Zvezda, en la Estación Espacial Internacional. La Sapporo Space Barley fue la cara más lúdica de un programa de investigación cuyo objetivo final era demostrar que la autosuficiencia alimentaria en el entorno espacial era posible.