Franklin Delano Roosevelt fue el trigésimo segundo presidente en la historia de Estados Unidos y uno de los más trascendentales en su devenir contemporáneo. Miembro del Partido Demócrata, su mandato se extendió del 4 de marzo de 1933 al 12 de abril de 1945, momento de su muerte. Figura clave no solo a nivel nacional, sino también internacional. Durante sus cuatro legislaturas hubo de afrontar conflictos de suma gravedad: en las dos primeras, abordó la Gran Depresión que, tras el crack del 29, sumió a la población en una crisis sin precedentes durante la década de los 30, siendo su New Deal una política determinante para revertir tal negativa tendencia económica antes de la Segunda Guerra Mundial.
Sus dos últimas legislaturas se desarrollaron en este contexto bélico, un conflicto que no llegó a ver concluido pues falleció apenas tres meses después de jurar por cuarta vez como presidente. Rompió la tradición constitucional no escrita -la limitación se recogió finalmente en la Vigesimosegunda Enmienda, aprobada por el Congreso en 1947- establecida por George Washington de no ejercer más de dos mandatos o de no ser reelegido más de una vez para tal cargo. Harry Truman fue su sucesor y quién presenció la caída del eje frente a los aliados, asumiendo la tarea de continuar la labor de uno de los mandatarios más recordados del país americano.
Tal notoriedad no lo eximió ni de críticas, ni de una vida personal azarosa a distintos niveles. Dificultades tanto en sus relaciones familiares, como a nivel de enfermedad, pues sufrió una poliomielitis que lo llevó a estar postrado en una silla de ruedas y lo alejó durante años de la brillante carrera política que se había comenzado a labrar en el estado de Nueva York en 1910. Sin desvincularse totalmente durante su convalecencia del partido, cuando su momento al fin llegó, más allá de la loable inversión pública dinamizadora de la economía, Roosevelt asumió el papel de artífice de una profunda revolución social que guiaría las siguientes décadas en su país.
El fin de la Ley Seca
Como en el caso de otros presidentes estadounidenses, la cerveza no quedó al margen de su labor y su figura aparece vinculada a la celebración nacional de esta bebida, marcada en rojo en el calendario cada 7 de abril. Esa fecha no es aleatoria, sino que conmemora el día en que se permitió fabricar y vender cerveza legalmente en el país tras el período conocido como Prohibición. La aprobación en 1919 por el Congreso de la Decimoctava Enmienda supuso el inicio de una etapa de sequía en suelo estadounidense durante la cual no se permitía ni la venta, ni el transporte o la producción de alcohol en aquella nación.
Sobradamente conocidas son las consecuencias que esa prescripción tuvo: desde las más -a priori-inocuas, como la aparición de alternativas ingeniosas entre unos ciudadanos que se mostraban reacios a abandonar el consumo de estos productos; hasta las más graves, como un clima de anarquía en el que se generalizaron el tráfico ilegal y las organizaciones criminales en torno al alcohol. Un crimen organizado del que surgieron figuras que han trascendido a la cultura popular como Al Capone.
La Ley Cullen - Harrison
A la vista de todo ello, ya durante la campaña para las presidenciales del 8 de noviembre de 1932 -las primeras que venció y que en aquel histórico martes lo hizo con una mayoría abrumadora frente al republicano Hoover, su predecesor en la Casa Blanca- Roosevelt se había posicionado en contra de la 18ª Enmienda, ratificada 13 años antes.
Esta postura cimentó aún más la simpatía popular hacia su candidatura. Cuando finalmente alcanzó el despacho oval procedió a cumplir su promesa y promulgó la Ley Cullen-Harrison, así denominada por Pat Harrison y Thomas H. Cullen. La norma, una vez más, legalizó en Estados Unidos la venta y el consumo de bebidas bajas en alcohol, como cerveza y vino, derogando finalmente la Ley Volstead que tantos quebraderos de cabeza y descontento habían generado.
Esta Ley de Ingresos por Cerveza y Vino además de permitir la citada comercialización de bebidas que contenían no más del 3,2% de alcohol en volumen -y que los autores del texto legislativo definieron apropiadamente como “no intoxicantes” a fin, probablemente, de rebajar las reacciones más adversas-supuso también gravar las operaciones vinculadas a la venta de las mismas.
La carga impositiva generada con ella implicó disponer de una fuente inmediata de ingresos para las arcas estatales, pero también unas ventajas que se gestaron de forma indirecta. Así, la ley dinamizó el sector pues la consabida legalización implicó la creación de fábricas donde elaborar estas bebidas, creando así nuevos puestos de trabajo que la economía norteamericana, aún muy tocada por el crack, acogió con los brazos abiertos.
Cerveza avalada por la Constitución gracias a Roosevelt
El mismo Roosevelt había subrayado todo lo expuesto en una primera comparecencia en el Congreso el 13 de marzo de 1933 donde consideraba como acción de suma importancia que la cámara aprobase la legislación para la modificación inmediata de la Ley Volstead, permitiendo la fabricación y venta de cerveza y otras bebidas de contenido alcohólico, admitidas por la Constitución, para así proporcionar a través de dicha fabricación y venta, mediante impuestos sustanciales, un ingreso adecuado y muy necesario para el Gobierno.
Firmó el acta el 22 de marzo de 1933 y con la rúbrica llegó su conocida frase «Creo que este sería un buen momento para tomar una cerveza». Oficialmente, sin embargo, la entrada en vigor de la norma se produjo el 7 de abril de ese mismo año y fue entonces cuando muchos estadounidenses salieron a las calles a festejar el fin de la Ley Seca brindando con el fermentado. Ello explica, igualmente, que este día se haya mantenido a lo largo de las décadas como fecha conmemorativa. Por su parte, la vigesimoprimera Enmienda que derogó oficialmente la prohibición es de diciembre de 1933.
Actualmente, numerosos eventos se desarrollan en suelo estadounidense y las cervecerías se vuelcan en la causa vía ofertas especiales o preparando pequeños lotes de recetas exclusivas que atraen a los más expertos y a los más curiosos. Los más ansiosos pueden, incluso, disfrutar de sus estilos favoritos en la “Nochebuena cervecera”, el 6 de abril.
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