Desde hace décadas, Alemania asiste a un descenso continuado en el consumo de cerveza. El envejecimiento de la población y el cambio de gustos de las generaciones más jóvenes parecen estar detrás de esta tendencia.
Hace unas semanas, el periódico británico The Daily Telegraph publicaba una noticia que titulaba: «Los mapaches bebedores de cerveza están causando daños por valor de decenas de miles de euros en Alemania». Los más críticos con la falta de dinamismo de la industria cervecera germana no desaprovecharon la ocasión para ironizar sobre lo que parecía un nuevo intento desesperado —y descabellado— de los cerveceros alemanes por atraer consumidores, aunque fuesen de otra especie.
La realidad era muy diferente. Al parecer Alemania está viviendo estos meses una ola de asaltos de mapaches que entran en domicilios particulares y dan cuenta de toda la comida y la cerveza que encuentran en cocinas y bodegas, ocasionando cuantiosas pérdidas a los propietarios.
Aparentemente introducidos por los nazis en la década de 1930, se calcula que en la actualidad solo en Berlín viven unos 1.000 ejemplares, y a tenor de las declaraciones de Berthold Langenhorst, miembro de la asociación medioambiental Unión para la Conservación de la Naturaleza y la Biodiversidad, los mapaches alemanes son muy aficionados a la cerveza. Langenhorst comentó que anteriormente ya había visto a estas criaturas peludas romper botellas de cerveza en biergartens para consumir la bebida que había en su interior.
Que los mapaches son graciosos e inteligentes… y les gusta la cerveza, ya lo sabían muy bien en Estados Unidos y Canadá, donde están acostumbrados a tratar con ellos, pero en Alemania no lo descubrieron hasta hace un par de años. Fue en el popular mercado navideño de Erfurt, cuando los asistentes denunciaron la embriaguez de una de estas criaturas. En ese caso, en lugar de la cerveza, el mapache prefirió el característico vino caliente especiado de invierno.
Estas noticias de mapaches cerveceros alemanes pueden resultar graciosas, pero no dejan de ser una prueba más de la relación más o menos conflictiva que mantienen los animales con la bebida. En algunas regiones de África saben que no deben dejar sus fermentados cerca de simios y elefantes. Ambas especies en estado ebrio se vuelven especialmente violentas. Un chimpancé agresivo puede resultar atemorizador pero una manada de elefantes ebria no hay duda de que es mucho más peligrosa.
No creemos que estos paquidermos y mapaches sirvan de mucho a los partidarios de la llamada Hipótesis del Mono Borracho. Esta teoría, desarrollada por el biólogo de la Universidad de California en Berkeley, Robert Dudley, sostiene que muchos animales obtuvieron una ventaja evolutiva al asociar el olor y el sabor del alcohol con la fruta madura fermentada. Los animales reconocían este aroma como una señal para encontrar fruta. Para Dudley, la inclinación de los seres humanos a consumir alcohol podría estar basada en la afinidad de los primates que comen vegetales por el etanol natural presente de la fruta madura. El etanol ofrecería beneficios tales como ayudar a la conservación de la fruta frente al deterioro bacteriano y sobre todo el estímulo del apetito de sus consumidores.
Un estudio de más de 17 años de la Royal Society Open Sciene con chimpancés en libertad de la localidad guineana de Bossou, en África occidental, parece corroborarlo. Los investigadores constataron que los primates bebían savia de palma fermentada a lo largo de todo el día. Para el consumo de esta bebida de aproximadamente un 7% de alcohol en volumen, fabricaban una herramienta bastante compleja que les permitía absorber hasta un litro y medio del sabroso y nutritivo líquido.
National Geographic profundizó en la relación de los animales con los fermentados. En lugar de tratar con mamíferos, los protagonistas de los estudios reseñados por la revista de portada amarilla fueron los insectos. De todos ellos, destacó la teoría de la entomóloga de la Universidad de Arizona, Katy Prudic, según la cual las mariposas macho beben cerveza para estimular sus espermatóforos, la cápsula rica en nutrientes que les ofrecen a las hembras como regalo nupcial. Los colegas de Prudic saben desde hace mucho tiempo que cebar las trampas para insectos con cerveza garantiza un éxito.
En un interesantísimo estudio publicado en 2012 en la revista Science, los entomólogos compararon las preferencias dietéticas de los machos de las moscas de la fruta. Introdujeron un grupo de individuos en una caja con cinco hembras vírgenes: estas aceptaron relacionase con los ellos. Al mismo tiempo, otro grupo de machos se juntó con hembras que ya habían copulado, siendo rechazados inmediatamente.
Tras la experiencia, a ambos grupos de machos se les dio a escoger entre un alimento normal y otra versión que contenía un 15% de alcohol en volumen. Los machos que habían logrado copular rechazaron el alcohol, mientras que los que no habían conseguido sexo optaron por tomar unas copas.
Un análisis más profundo concluyó que los machos apareados tenían niveles más altos de neuropéptido F, una sustancia química cerebral que puede aumentar cuando la mosca recibe una recompensa como el sexo. Las parejas no apareadas tenían niveles muy bajos de neuropéptido F, por lo que probablemente recurrieron al alcohol buscando una mínima sensación de satisfacción. En el cerebro humano existe un compuesto químico similar que puede reaccionar de modo parecido.
Al final, moscas y humanos no somos tan diferentes.