Buena parte de la historia de la cerveza se ha gestado entre de los muros de monasterios. Allí se conservaron durante muchos años los secretos para su elaboración y se desarrollaron importantes recetas de la tradición cervecera.
Como en muchas otras partes del planeta, los nativos americanos elaboraban diferentes tipos de cerveza antes de que los europeos llegasen de una forma organizada al continente. Cada tribu tenía su propia receta, que en la mayoría de los casos venía determinada por el ingrediente que más a mano tenían, siendo frecuentes los fermentados a base de maíz, tubérculos o savia de abedul.
Cuando en 1620 los peregrinos del Mayflower llegaron a Plymouth Rock tras una dura travesía no se encontraron lo que esperaban. La promesa de unas tierras ricas, fáciles de cultivar y un clima benigno resultó fallida.
Una vez que consiguieron superar los primeros años, llenos de hambre y enfermedades, se impusieron los hábitos del viejo mundo. Aún cuando los puritanos censuraban la embriaguez, consideraban a la cerveza como uno de los dones celestiales y tan pronto las cosechas fueron lo suficientemente generosas para garantizar la supervivencia buscaron formas de producirla.
Una vez que consiguieron superar los primeros años, llenos de hambre y enfermedades, se impusieron los hábitos del viejo mundo. Aún cuando los puritanos censuraban la embriaguez, consideraban a la cerveza como uno de los dones celestiales y tan pronto las cosechas fueron lo suficientemente generosas para garantizar la supervivencia buscaron formas de producirla.
Como atestiguan entradas en los diarios de algunos pasajeros del Mayflower, la cerveza formaba parte de la dieta y su uso no era únicamente lúdico, siendo consumida incluso por los niños.
El principal problema residía en que la cebada no se daba bien en Nueva Inglaterra por lo que tenía que ser importada de Gran Bretaña, lo que encarecía y dificultaba la producción de cerveza. Buscando una materia fermentable alternativa al maíz, la calabaza se reveló como una opción válida. Esas pumpkin beers están consideradas el primer ejemplo de cerveza americana y hoy en día gozan de una categoría propia en los certámenes cerveceros.
Si bien las plantaciones de cereal nunca fueron productivas en Nueva Inglaterra, los cerveceros coloniales dispusieron desde los inicios de lúpulo salvaje, abundante en la región.
Los manzanos que llevaron de Inglaterra también crecieron bien y la sidra se convirtió en una alternativa fiable a la cerveza, que desde 1637 ya tenía el precio regulado.
Por ley, la cerveza en la América colonial debía servirse en recipientes de peltre estándar de media pinta, pinta o cuarto de galón. Cuando el estaño dejó de importarse de Inglaterra, la producción de peltre estadounidense se detuvo, teniendo que fundirse piezas antiguas de esta aleación para mantener un sistema regulado de venta.
En esos primeros tiempos la cerveza se hacía en casa, tarea que tuvo una influencia en la arquitectura colonial que ha perdurado hasta nuestros días. Para evitar incendios, la zona dedicada a la elaboración estaba en un espacio adyacente aislado de la casa.
Las cervecerías locales brotaron en todas las colonias, y el maestro cervecero con experiencia fue uno de los personajes con mayor consideración en la sociedad colonial, reclutándose la mayoría de ellos en Londres a través de anuncios en prensa. Ningún asentamiento se planificaba sin llevar el equipo y los ingredientes necesarios para producir cerveza inmediatamente.
Establecida por los holandeses, Inglaterra tomó el control de Nueva York en 1664. Curiosamente en el asentamiento de Manhattan, estructurado en forma de canales que imitaban a Ámsterdam, había serios problemas de suministro de agua potable. Tan pronto los británicos se hicieron cargo de la región excavaron pozos y la actividad cervecera se desarrolló comercialmente como en pocos lugares de América.
Aunque las cervecerías comerciales comenzaron a florecer en los asentamientos más consolidados, la mayor parte de la elaboración era casera, principalmente por la falta de un sistema monetario eficaz, este grave problema que no se solucionaría hasta conseguir la independencia.
Para las tropas asentadas en América el suministro de la ración de cerveza a la que tenían derecho no era una tarea sencilla. No existían carreteras y las vías fluviales eran deficientes, de ahí que la cerveza únicamente figure en las contabilidades de guarniciones ubicadas cerca de los centros de elaboración comercial.
Como sustituto, los soldados podrían recibir una asignación de tres pintas cerveza de abeto. Introducida por ejército británico como un antiescorbúico durante el siglo XVIII, esta cocción de abeto, melaza y levadura poseía ventajas significativas, especialmente porque la producción era sencilla y los ingredientes estaban disponibles en Norteamérica.
Ni soldados ni civiles tenían gran aprecio por la cerveza de abeto que era consumida habitualmente en una jarra de cuero encerada conocida como “gato negro”, por lo que cuando la comunicaciones con el viejo mundo se hicieron más fluidas y la producción local de cerveza “clásica” se estandarizó su consumo desapareció completamente.