La crisis de la COVID-19 está afectando dramáticamente a las industrias de muchos países europeos. En el caso de Francia, se estima que los cerveceros del país tendrán que tirar por el desagüe en los próximos días diez millones de litros de cerveza.
En las últimas dos décadas las investigaciones arqueológicas relacionadas con la cerveza se han multiplicado. Los restos descubiertos en los asentamientos palafíticos de Sipplingen-Osthafen y Hornstaad-Hörnle, a orillas del lago de Constanza (en el estado alemán de Baden-Württemberg), han aportado una valiosísima información.
Las modernas técnicas de laboratorio han permitido concluir que hace 6.000 años los habitantes de este asentamiento de viviendas construidas en el agua sobre pilares, ya malteaban el cereal, un proceso mediante el cual el grano se germina y después se seca o se tuesta.
Aunque los arqueólogos no han podido concluir que los pobladores malteasen el cereal con el fin de elaborar cerveza, a tenor del lugar en el que se encontraron los restos, todo indica que ese sería su fin. Así lo cree el investigador Andreas Heiss, de la Academia de Ciencias de Austria, para quien las únicas dudas residen en si la bebida se elaboraba allí mismo y cuál era su contenido en alcohol.
El descubrimiento tiene un gran valor para la historia cervecera del continente europeo, ya que hasta ahora se pensaba que las cervecerías más antiguas de la región estaban situadas en asentamientos celtas de Baden-Württemberg, datados entre el siglo V y el IV antes de Cristo. Heiss, cree que están increíblemente cerca de conseguir nuevas conclusiones que aportarán más luz sobre nuestros antepasados cerveceros.