Sus canciones, rápidas y furiosas, tienen por fuera la forma de guante de boxeo que han cogido prestada de la escena hardcore donde crecieron, pero por dentro se mueven con un irrefrenable impulso melódico, como si caminaran pensando en Joy Division. Y hablan lenguaje callejero. “Yo no diría que leo eso que se entiende por poesía. Aprecio más el arte de la calle que el de la gente correctamente educada para escribir poemas.

Es más real. No hemos sido enseñados para eso. Así que hacemos lo que hacemos. Así es cómo nos veo. Nunca me enseñaron para ser escritor, aunque no paro de escribir”. Son palabras de su cantante, George Mitchell. Junto a él están en el grupo, formado en 2009, Herny Ruddell (batería), Mark Goldsworthly (guitarra), Liam Matthews (guitarra) y Tom Kelly (bajo).

Conmocionaron a quienes escucharon en 2011 su primer single, “Council Flat Blues”, fuzz desgarbado con una densidad casi épica. Fueron cuatro gatos, pero leales. Todos corrieron la voz.

Llegaron conciertos broncos y ásperos y luego un EP en el sello canadiense Deranged, que se agotó pronto. El eco se hizo transoceánico y ficharon por Partisan, la discográfica de Brooklyn donde también milita otro grupo de esta casa, Deer Tick. Ahí han cocido las diez canciones de su primer LP. De momento, como adelanto, en septiembre salió el primer single, “Nerve Endings”, crudo y ansioso, desde la cara más urgente del pop, con estribillos que parecen hojas de sierra. Un bramido. En su cara B, una versión de “Requiem”, de sus admirados héroes del post-punk Killiing Joke. “Una gema, sin miramientos” (New Musical Express).