Cuándo: jueves 21 de mayo
Hora:
22:30h
Dónde:
Sala El Sol, Madrid. SON Estrella Galicia
Precio:
oferta limitada 10€
Venta de entradas:
https://www.ticketea.com/lydia-loveless-en-madrid/

Cuándo: viernes 22 de mayo
Hora: 21:00h
Dónde: Café & Pop Torgal, Ourense. SON Estrella Galicia
Precio: oferta limitada 10€
Venta de entradas: https://www.ticketea.com/lydia-loveless-ourense-son-estrella-galicia/

Contaba la estadounidense Lucinda Williams en una entrevista para El País que cuando en su país los locutores de las emisoras más escuchadas se refieren a country hablan de cualquier cosa menos de country. Sucedía lo mismo con el folk, género que ha quedado asociado como una lapa a la nostalgia, a aquellos sonidos cándidos de los cincuenta y primeros de los sesenta. Con su peculiar acento sureño, aseguraba con tono orgulloso esta mujer hecha a sí misma, autora de impactantes relatos de corazones rotos y carreteras de grava emocional que se negó a ser la siguiente rubia maciza de Nashville que ofrecía edulcorantes para los oídos, que conviene cerrar de un portazo con lo que la industria espera de una para que hacerse valer. Tiras por tu camino, sin mirar atrás, y la vida te colocará en tu sitio. Hay que ser valiente y tener lo que hay que tener. Tan rubia y atractiva como la propia Lucinda cuando gastaba la veintena, Lydia Loveless se ha empeñado en seguir la estela de la creadora de Essence. Se ha empeñado en ganarse cada milímetro del territorio de Lucinda, Loretta Lynn o Emmylou Harris, musas a las que persigue, que no es otro que el de las grandes voces femeninas de la música popular norteamericana de raíces, donde, en canciones poderosas, confluyen talento, actitud y pundonor.

Con tan solo 23 años, Lydia Loveless, natural de Ohio, publica su tercer disco, Somewhere Else, sin contar el EP que sacó el año pasado titulado Boy Crazy. Y lo hace en los márgenes del negocio, amparada por un sello pequeño pero de indudable gusto y criterio como Bloodshot Records, casa de otros nombres de clase media que dignifican la música de raíces, dotándola de nuevos registros y emociones a flor de piel, como Scott H. Biram, Justin Townes Earle, Ha Ha Tonka, The Bottle Rockets, Ben Kweller, Jon Langford o Robbie Fulks. Ninguno encabeza ninguna revolución ni cuela sus composiciones en las listas de éxitos pero todos, a su modo, son capaces de mantener viva las llamas del country y el folk en este avanzado siglo XXI, vendido a las tecnologías y al consumo de media jornada. Todos son capaces como lo es Loveless, que se erige definitivamente como un puntal de formidable presencia, cambiando de aspecto estilístico aunque sin perder nunca sus botas, después de ese hillbilly de ramalazo punk de Indestructible Machine en 2011 y ese country de vieja guardia con aroma a bluegrass de The Only Man en 2010.

Somewhere Else confirma con estupenda contundencia que lo suyo va muy en serio. En diez canciones, revuelve el corazón que da gusto, en un éxtasis de folk-rock que te reconcilia con tus viejas promesas de carretera, aquellas que a lo mejor llevan mucho tiempo aparcadas o, peor aún, abandonadas sin saber dónde narices se quedaron o por qué demonios se perdieron. Con un arranque que parece propio de Whiskeytown o los primeros Wilco, Really Want To See You Again, con su maravilloso tejido de guitarras eléctricas, ya te pone en línea recta hacia el horizonte. Más que nunca, la cantante, quien dedica uno de los cortes a Chris Isaak, desparrama su corazón honky-tonk en temas como Everything’s Gone They Don’t Know o el que da nombre al álbum.

Su madurez es tan exquisita que conviene señalar que su carisma folk alcanza, precisamente, la altura de la propia Lucinda Williams cuando suenan Verlaine shot Rimbaud o Hurts So Bad. Pero, como ya había demostrado desde sus comienzos, esconde un espíritu mucho más eléctrico y aguerrido, como si a Patti Smith le diese por bajar al sur y empaparse de sonidos alejados de las luces de neón y el asfalto de las calles de Nueva York, que otorga a todo el disco un incuestionable sabor rock. Con el clímax de To Love Somebody, su fuerza reside en esa conjunción extraordinaria de estilos, que suenan limpios e intensos como el mejor folk-rock norteamericano de los noventa, que enorgullecería a Paul Westerberg.

Siendo como es, una recién llegada, escandalosamente joven, Loveless está pisando fuerte. Está apuntando muy alto, tan alto como apuntan los que se ganan el reconocimiento antes que la fama, los que se hacen valer. Con su personalidad insobornable, Loveless te invita a lo que te invitaron siempre los grandes forajidos de este mundo incierto, servil y rutinario: a volver a coger el coche, bajar la ventanilla y dejar que el viento se cuele hasta lo más profundo de tus huesos, allí donde la música te destripa y te hace persona, allí donde se entrecruzan los sentimientos en su misterioso baile.