LA PRUEBA DEL PANTALÓN

Prueba del pantalón

Las nuevas tecnologías han determinado la desaparición de oficios en distintos ámbitos. El mundo cervecero no es una excepción. Una de esas figuras perdidas, de la que solo quedan muestras residuales y simbólicas, es la del Ale Conner. También conocido como Ale Taster, o en latín gustatores cervisiae, una traducción literal al castellano podría ser la de “degustadores de cerveza” o “catadores” de la misma.

Este oficio hunde sus raíces en las primeras comunidades británicas y tenía como función principal responder por la calidad de la cerveza, así como velar por los precios y las cantidades en las que ésta se vendía. La villa medieval designaba al encargado de tal tarea. A día de hoy muchos desearían ese trabajo limitado a catar cerveza pero, entonces, era un puesto, como poco, problemático. No solo por tener que catar líquidos de una calidad cercana a los de un homebrewer actual con escaso de talento, sino también porque no cumplir con los baremos implicaba que el oficial debía imponer impopulares multas. Esto conllevaban granjearse la enemistad de una comunidad que, sin muchos miramientos, podía sumergirlo a uno en un tonel de brea, emplumarlo y enviarlo rodando hasta la capital.

Historia de la prueba del pantalón

Una de las leyendas más extendidas en relación con los Ale Conners es el denominado mito del pantalón, vinculado al modo en que aquellos desempeñaban su oficio. La historia más difundida reza que estos oficiales, para comprobar la calidad de la cerveza, vestían con calzas de cuero y se sentaban sobre un pequeño charco de cerveza, vertido en un banco de madera. Pasada media hora, el Ale Conner debería intentar levantarse y si se quedaba pegado, eso implicaba que la cerveza tenía demasiado azúcar y no cumplía los requisitos. Esa es la versión que figura en las páginas de Inns, Ales and Drinking Customs of Old England publicado en 1911 por Frederick Hackwood. Décadas más tarde, en 1975, en la obra A History of Brewing HS Corran negaba la mayor y consideraba beneficioso el hecho de que el Ale Conner se quedase pegado al asiento. Para los bohemios este hecho también acreditaba la buena calidad de la cerveza. En la región checa se invertían los papeles y era el cervecero el que, con sus pantalones de piel, debía sentarse en el banco sobre el charco de cerveza, y solo al quedarse adherido cuando aquella se secaba, quedaba libre de sanción.

Y es que otras naciones tradicionalmente cerveceras tenían una figura semejante a la inglesa y también en ellas se hace mención a tal curiosa práctica. Hay pequeñas variaciones: en el tiempo, en las consecuencias como ya se ha visto y hasta en el material de los pantalones. Los oficiales alemanes llevaban calzas fabricadas con piel de ciervo;  los “bierkieser” alsacianos, por otro lado, debían esperar hasta una hora sobre el charco.

Sin embargo, y más allá de las dos obras citadas del siglo XX no hay constancia en los textos históricos medievales ingleses que acrediten tal pegajoso examen por los Ale Conners. En una de las primeras regulaciones sobre esta figura, datada en el siglo XII —un estatuto de la época de William I, rey de Escocia entre 1165 y 1214— se advertía sobre la necesidad de que se desempeñasen con moderación en su función y la prohibición de entrar en las cervecerías para llevarla a cabo. La calidad de la cerveza debía comprobarse en la misma calle.

Ya en el siglo XVII, con la introducción del primer impuesto a la cerveza, en 1643, el mito del pantalón varió ligeramente para adaptarse al contexto. La nueva tasa imponía una doble escala en atención al carácter de la bebida. Clasificaba la cerveza en “strong” —por la que se debía pagar más— y “small”, de menor densidad y, en consecuencia, menos gravada. Para saber cómo clasificar cada una, el recaudador debía sentarse durante media hora con sus pantalones sobre la cerveza derramada y si, transcurrido el tiempo, se quedaba pegado, el fabricante debía desembolsar una cantidad mayor.

Nuevamente, como en la época medieval, los documentos oficiales no amparan tal práctica. En unos textos de 1707, que incluía la regulación del impuesto a la cerveza, se apuntaba solamente a que el “gager” tenía derecho a degustar la bebida e incluso —a diferencia de lo que ocurría siglos atrás— a entrar en las bodegas del posadero de turno para probar la cerveza. Silencio absoluto, sin embargo, en lo que respecta a sentarse sobre ella. Tampoco ninguna de las publicaciones principales sobre la cerveza del siglo XIX incluían tal costumbre.

El mito del pantalón en el siglo XX

Es en el siglo XX y en los ya mencionados títulos donde se recoge por escrito y sin base alguna, la práctica. También en la década de 1960, en otros dos libros, se afirmaba que, aparentemente, cada diez años, en el pub londinense Tiger, se llevaba a cabo una ceremonia ante el alcalde. En ella, un miembro de la “Sociedad de Ale Conners” comprobaba la graduación de la cerveza sentándose sobre la cerveza derramada en un taburete.

Según el prestigioso escritor cervecero Martyn Cornell, se trata de otra afirmación sin fundamento, pues cuando en 1949 ese mismo pub fue protagonista de una ceremonia, los Ale Conners que allí asistieron se limitaron a probar la bebida pero no a sentarse sobre ella. Nada constata, tampoco, que cada diez años volviesen al lugar.

La prueba del pantalón en la actualidad

A día de hoy, en la capital británica, siguen designándose cuatro Ale Conners —en 2007 una mujer accedió al cargo por primera vez en los siete siglos de historia— pero el puesto es una sinecura, tiene un carácter meramente honorífico. Ya en 1911 la Encyclopædia Britannica apuntaba que su deber consistía en examinar las medidas empleadas por los vendedores de cerveza y licor, buscando luchar contra el fraude pero que desde que tales bebidas estaban sujetas a tributación, la figura del Ale Conner había caído en desuso en la mayoría de lugares. 

Fuera de Londres, uno de los condados que ha decidido abrazar tan pintoresco mito es Gloucester. Allí, bastan tres minutos sentado con un pantalón de cuero sobre la cerveza derramada sobre un taburete de madera para saber si esta pasa el examen o no. Si la prenda se pega al taburete, la calidad  de la bebida no es correcta. Al sheriff de la ciudad le corresponde asumir tal tarea como Ale Conner y recorrer —seguido de conciudadanos también ataviados con ropajes medievales— los pubs de la ciudad. Con fines benéficos, la costumbre goza de popularidad por un rito, claman, auténticamente medieval. Sin embargo, ciñéndonos a los datos no hay nada que cimente el mito.

Cultura de Cerveza

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