BALTIC PORTER DAY (II). EL NACIMIENTO DE LA PORTER

La aparición de la Baltic Porter le debe mucho a Napoleón. Tal como narramos en nuestro podcast, en el marco de la guerra con la “nación de tenderos”, el corso no solo sometió a los puertos con los que negociaban los británicos a un férreo bloqueo, sino que gracias al Tratado franco-ruso de Tilsit de 1807, cualquier barco de naciones aliadas de Inglaterra que navegase sin autorización por el Báltico podía ser confiscado.

Como potencia industrial que era, desde del siglo XVIII Gran Bretaña mantenía un intenso comercio con todo el mundo. El atrasado Báltico no era una excepción y junto a los textiles y el metal que salía de los puertos de las islas, se comerciaba con cerveza. Primero las Ales marrones de Burton y posteriormente las Porters londinenses encontraron muy buena aceptación en puertos como Helsinki, Riga, Danzig, Konigsberg, Tallinn, Vyborg y sobre todo San Petersburgo.

Es sobradamente conocida la historia de la pasión de la corte de la emperatriz Catalina la Grande de Rusia por la cerveza que más adelante sería conocida como Imperial Stout. Aunque no faltan leyendas difíciles de creer alrededor de la zarina, periódicamente aparecen pecios con grandes cargamentos y documentos que corroboran la importancia del comercio de los cerveceros con el Báltico. En ese aspecto es especialmente interesante The History and Antiquities of the Parish of St. Saviour’s, obra donde se menciona en numerosas ocasiones a la cerveza de la londinense Anchor Brewery, propiedad del pionero de la Porter, Henry Thrale.

‘La reputación y el disfrute de la Porter no se limita de ninguna manera a Inglaterra. Como prueba de la veracidad de esta afirmación, esta casa exporta anualmente cantidades muy grandes; tan extendidas son sus conexiones comerciales que la Thrale’s Entire es bien conocida, como una deliciosa bebida, desde las regiones heladas de Rusia hasta las ardientes arenas de Bengala y Sumatra. La emperatriz de toda Rusia es de hecho tan aficionada a la Porter que ha pedido repetidamente cantidades muy grandes para su propio consumo y el de su corte», reza un fragmento de este libro publicado en 1795.

En cuanto a las características de la Porter que se enviaba al Báltico, muchas veces se ha dicho que los cerveceros británicos la elaboraban especialmente fuerte para que aguantase el clima frío. Hoy en día esto parece estar descartado, ya que ni los viajes al Báltico eran tan largos ni los que se hacían en invierno eran tan frecuentes. Todo indica que esas Porters y Stouts se elaboraban oscuras, fuertes, dulces y sabrosas porque era cómo gustaban.

Eso fue exactamente lo que intentaron imitar los cerveceros locales con las técnicas que conocían y los ingredientes que tenían a mano. Algunos, como William Knox o Karol Wilhelm Schmidt, abrieron sus cervecerías antes de que las exportaciones se frenasen a causa de la guerra con Napoleón. Tras formarse en Inglaterra, Knox lo hizo en Gotemburgo, mientras que Schmidt se asentó en Grudziądz, una localidad polaca muy bien comunicada con el puerto de Danzig.

Otros, como el emigrante ruso Nikolai Sinebrychoff y el archiduque Karol Ludwik Habsburg, iniciaron la fabricación en Finlandia y Polonia tras el bloqueo.

Se sabe que las primeras Baltic Porters, al igual que las entire británicas, eran de alta fermentación, pero con el éxito de la Lager en todo el continente, pasaron a ser elaboradas con fermentación en frío y en muchos casos su volumen alcohólico era ligeramente mayor a las londinenses, superando generalmente el 10%. En cuanto al color, todo indica que el tipo de maltas usadas hacía que la tonalidad tendiese al marrón oscuro en lugar del negro intenso que los productores británicos podían conseguir gracias a la Patent Malt.

Derrotado Napoleón y tras llegar a un acuerdo comercial con Rusia, Inglaterra retomó el comercio en el Báltico, pero lamentablemente para sus cerveceros todo había cambiado y ya nunca lograrían recuperar el espacio perdido.

Cultura de Cerveza

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