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Hace apenas unos días que hemos entrado en el mes de noviembre, y a pesar de esta climatología caprichosa que estamos padeciendo, ya se empieza a notar un poco más el frío y por alguna extraña razón, ya empezamos a notar esos primeros atisbos prenavideños.

 

Vuelve a haber ganas de celebraciones, de encuentros familiares, regalos, luces navideñas, y como no, también hay ganas de comer y beber bien. Y en cuanto a beber, algo que en estas fechas no puede faltarnos a los aficionados cerveceros, son unas buenas cervezas de navidad. Cervezas con cuerpo, intensas, especiadas, aromáticas y con una buena sensación de calor.

 

Cabe señalar que las cervezas de navidad no se consideran un estilo en sí mismas, son más bien una tradición con algunos miles de años a sus espaldas y que como otras tantas cosas, tiene mucho que ver con la religión y el culto divino. El culto antiguo por excelencia más celebrado era el que hacía referencia al solsticio de invierno, ese momento en el que la posición del sol en el cielo se encuentra a la mayor distancia angular negativa del ecuador celeste, y que suele corresponder entre el 21 y 22 de diciembre, si estamos en el hemisferio norte, y el 20 y 21 de junio para los que estén en el hemisferio sur.

 

 

Un regalo de los dioses

 

Hace miles de años la humanidad tenía la imperiosa necesidad de adorar e inclinarse ante todo aquello que no entendía, como era el caso del mismísimo sol. Aquello que veían tan lejos era algo que ofrecía calor e iluminaba un mundo frío y a veces tenebroso. Además de esto, el sol marcaba las estaciones del año y el pasar del tiempo, así como el final de las temporadas de cosechas, que servían de provisiones para afrontar los largos y duros inviernos.

 

Esto que el sol hacía por la humanidad, era motivo más que suficiente de celebración y agradecimiento, momentos en los que la gente se juntaba, preparaban las mejores comidas y fermentaba sus mejores bebidas. Aquellas primitivas mezclas de cereal, agua y especias que elaborabas casi a diario, era uno de los sustentos y manjares más preciados que tenían en aquel entonces, y como tal, debían estar presentes en estas celebraciones.

 

Se elaboraban las mejores cervezas, las más fuertes y sabrosas, las más aromatizadas y especiadas, aquellas dignas de cualquier dios o divinidad a la que agradecer un año, un mes o incluso un día más de próspera vida.

 

Año tras año, civilización tras civilización, siguió dando las gracias a su dios sol de esta y otras maneras. En Mesopotamia adoraban a su dios Utu, los aztecas veneraban a Tonatiuh, los egipcios tenían al gran Ra, los griegos erigieron templos en honor a Helios, y poco después de la existencia de un tal Jesús de Nazaret, los romanos celebraban el cumpleaños de su Deus Sol Invictus cuando la luz del día aumentaba después del solsticio de invierno.

 

 

¿Estilo o tradición?

 

Y fue así, como a lo largo de los siglos, las mejores cervezas del año quedaron arraigadas a estas fechas estivales, casi tanto o más como el muérdago a los belenes. En la Europa medieval los monjes celebraban el nacimiento de Jesús con su cerveza especial prima melior, la primera y más fuerte de sus elaboraciones, la cual se reservaba solo para el disfrute del abad superior y sus ilustres convidados. Para el resto de los allí presentes se destinaba la secunda, o segunda, mientras que la tercera, o tertia, se dejaba para los hermanos de menor rango y los cansados peregrinos.

 

Lejos de Centroeuropa, en Noruega, Finlandia y algunas zonas de Estonia, los granjeros estaban obligados a preparar su cerveza ale de Yule como agradecimiento para sus trabajadores y jornaleros. Las fiestas de Yule, asociadas originalmente a los paganos pueblos germánicos, se celebraban cada solsticio de invierno y solían durar doce días, hasta que llegó el cristianismo y las refundó a lo que llamaron Christmastide o Tiempo de Navidad.

 

Más adelante, ya en el s. XIX, las factorías de Londres regalaban cerveza de navidad a sus empleados como método de apaciguamiento por hacerles trabajar en esas fechas tan señaladas. Eran lo que se conocían como Winter Warmer (invierno más cálido). Y así hasta nuestros días, lo cual demuestra, que más allá de un simple estilo, este tipo de cervezas son una tradición.

 

 

¿Cómo es una cerveza de navidad?

 

Al contrario de la mayoría de estilos cerveceros, que siguen unas normas o reglas establecidas, en muchos casos desde hace cientos de años, las cervezas de Navidad son más imaginativas, no siguen ningún criterio estricto ni ninguna regla, pueden ser lo que cada uno quiere que sean.

 

Hoy en día sería una pérdida de tiempo tratar de definir una cerveza de Navidad por su color, aroma, sabor, ingredientes o incluso por su contenido alcohólico. El tiempo avanza y con ello también las cervezas de Navidad, que más que avanzar, evolucionan.

 

Así que, si quisiéramos definir de alguna manera a estas cervezas, podríamos decir simplemente que son un regalo. Da igual su estilo, sabor o color, lo importante es que sean especiales, y que al igual que los regalos navideños, formen una parte muy especial de estas señaladas fechas y honren tantos años de tradición.

 

Al ser así, al tratarse de un regalo, de algo especial, estas cervezas deberían elaborarse con excelentes materias primas, deberían ser cervezas con carácter, con cuerpo, y sobre todo cervezas para compartir buenos momentos. Cervezas para acompañar otra gran tradición navideña, la de los villancicos, que nacieron para beber y cantar en la calle todos juntos celebrando la Navidad.

 

Por suerte, cada año sigue habiendo miles de cervecerías en todo el mundo que elaboran su cerveza especial de Navidad, y en muchos casos, variando siempre algo de la receta, para hacerla más especial si cabe, como por ejemplo la emblemática Anchor Brewing de San Francisco, que lleva más de 40 años elaborando su cerveza especial de Navidad si repetir una sola vez la receta.

 

 

La reina de las fiestas

 

Aquí, en Estrella Galicia, también nos gustan las tradiciones, y como tal, lanzamos una vez más nuestra cerveza lager especial para estas fechas, la Estrella de Navidad. En esta ocasión hemos querido elaborar una cerveza más ligera en graduación con respecto a años anteriores, pero con la misma intensidad de aromas y sabores invernales, lo que convierten a la Estrella de Navidad en la cerveza ideal para esta época del año.

 

La receta de este año está elaborada con maltas Pilsen y maltas tostadas procedentes de cebada cultivada en Galicia, así como cuatro variedades de lúpulo, nuestro clásico Nugget gallego y lúpulos Herkules, Provoak y Relax. El resultado ha sido una cerveza de un bonito color ámbar profundo y brillante, con una corona de espuma de color marfil y buen agarre en copa, lo que conocemos como “encaje de Bruselas”.

 

En aroma resulta ciertamente compleja y agradable, con sutiles notas de bizcocho y frutos secos. Se aprecian ciertos matices tostados de las maltas y notas de caramelo y canela, mientras que los lúpulos, lejos de esconderse, muestran su frescura con notas florales y herbales que redondean el perfil aromático.

 

La entrada en boca tiene un comienzo ligeramente dulce, dando paso a un largo final seco y ligeramente amargo. En boca destacan por igual las maltas tostadas y los lúpulos, dejando un postgusto, tanto torrefacto como herbal, de una manera equilibrada.

 

Es una cerveza muy versátil cuando nos sentamos a la mesa para degustar los típicos platos navideños, pudiendo maridar tanto con entrantes como con platos principales y postres. Entrantes con sabores intensos, como los mariscos de las rías gallegas, o los más grasos como el paté y el jamón ibérico. De igual manera podemos acompañarla con pescados al horno o cocinados con salsas ligeras, así como carnes blancas en general. Y ya si nos vamos a los dulces, podemos optar por los clásicos turrones o bollería de Navidad, como el tradicional roscón de reyes.

 

Sea como fuere, lo importante es disfrutar, estar a gusto y en buena compañía en estas fechas tan señaladas, así que os deseamos desde aquí unas felices fiestas y por supuesto, ¡Salud!