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En 1969 una treintena de países africanos firmaron un documento en el que, por primera vez, aparecía reflejado el término desarrollo sostenible, entendido como la búsqueda de un equilibrio entre la consecución de los objetivos de desarrollo y el mantenimiento de la capacidad de los ecosistemas para proporcionar los recursos naturales a la sociedad.

 

La teoría de la sostenibilidad sería desarrollada en mayor profundidad a finales de la década de 1980 en el seno de la ONU y la FAO, cuando se establecieron los principios de actuación que deben seguir todas las actividades productivas humanas, entre ellas la cervecera. Una cervecera que busque la sostenibilidad debe combinar crecimiento económico con la correspondiente preocupación por los recursos naturales y la sociedad, siempre bajo la premisa de no comprometer las posibilidades de las generaciones venideras.  

 

Mucho antes de dar forma teórica a este modelo de actuación, algunos pioneros ya habían alertado de que era necesario un cambio. Los informes posteriores a la Segunda Guerra Mundial reflejan un interés por el medioambiente que comenzó a estar presente en las agendas de los gobiernos, pero todavía podemos remontarnos mucho antes, concretamente a 1713.

 

Ese año, el administrador de minas alemán Hans Carl von Carlowitz (1645-1714) publicaba Sylvicultura Oeconomica, obra en la que expresaba su preocupación por la explotación abusiva del entorno que hacía la minería y muy especialmente la industria maderera. Para plasmar sus recomendaciones, Von Carlowitz acuñó el término nachhaltigkeit, sostenibilidad, en alemán.

 

En Sylvicultura Oeconomica, el alemán plasmó sus observaciones fruto de largos viajes por Europa y los conocimientos adquiridos en las décadas posteriores a la Guerra de los Treinta Años, conflicto que devastó grandes territorios en Centroeuropa, redujo un tercio de la población de Alemania y acabó con la actividad cervecera en la región.

 

Von Carlowitz proponía una gestión cuidadosa de los recursos, especialmente de los bosques, totalmente imprescindibles para la elaboración de cerveza, recalcaba. La madera no solo era necesaria como fuente energética para calentar las calderas de las fábricas, también hacía falta para la construcción de una parte importante del equipo usado en las mismas.

 

Durante más de mil años la cerveza se comercializó y desplazó en toneles de madera que rara vez volvían a la cervecería de origen, pero que casi siempre terminaban en la bodega de otro fabricante. Las barricas tenían que ser sometidas a reparaciones y mantenimiento, de ahí que hasta hace poco más de medio siglo todas las cervecerías de cierta dimensión contasen con equipos de carpinteros dedicados a la reparación de toneles.

von carlowitz

Además, la carencia de toneles y su elevado precio en determinados momentos favoreció la aparición de la reutilización que no deja de ser un primigenio ejemplo de reciclaje o “sostenibilidad por necesidad”. Los cerveceros comenzaron a usar toneles desechados por productores de vino para la guarda de algunas cervezas como la Lambic, impulsando un comercio muy activo con bodegueros españoles, portugueses y franceses.

 

Las recomendaciones de Von Carlowitz no se dirigieron únicamente al ámbito interno de las cervecerías, también inspiraron a los agricultores que cultivaban cebada, trigo y lúpulo a ser más eficaces en sus tareas, enseñándoles a recuperar tierras estériles, recoger semillas y seleccionar los cultivos más eficaces según el terreno o la época del año. Todo esto sitúa a Von Carlowitz al frente de los pioneros de la sostenibilidad y lo une al grupo de personajes que, aún tangencialmente, han tenido una importancia capital en el mundo de la cerveza.