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Tradicionalmente los habitantes de Centroeuropa celebraban el fin del invierno con importantes fiestas populares. Estos festejos no tenían como único fin dar la bienvenida al buen tiempo; también les servían a los cerveceros para vaciar sus bodegas y dejar espacio a las nuevas remesas que comenzarían a elaborar con los cereales que se estaban cosechando en esa época del año.

 

En Alemania, la fiestas de primavera se regaban habitualmente con Maibock, un estilo que si bien floreció en Múnich tiene unos orígenes a unos 500 kilómetros al norte de la capital de Baviera.


Einbeck, actualmente en el estado de Baja Sajonia, ya era un reputado centro cervecero en el siglo X, pero fue a partir de 1368 con su unión a la Liga Hanseática cuando el comercio experimentó un gran auge, contabilizándose en la ciudad más de medio millar de establecimientos autorizados para elaborar cerveza.

 

Se sabe que las cervezas de Einbeck eran oscuras, muy sabrosas y tenían mucho cuerpo. Además una de sus cualidades más apreciadas –muy probablemente relacionada con las características anteriores- era que se comportaban excepcionalmente bien en los largos trayectos. Si una taberna quería garantizarse un suministro de cerveza fiable y de buena calidad recurriría a un comerciante de Einbeck, aún cuando tuviese que pagar un precio notablemente más elevado al que habría abonado al fabricante local. Esto era así incluso en las cortes reales, que aún contando con sus propios maestros cerveceros seguían adquiriendo cervezas en la Baja Sajonia. Precisamente el origen de la Maibock lo encontraríamos en esa situación, más concretamente en la tacañería de un noble.

maximiliano

Aparentemente habría sido el duque Maximiliano I de Baviera quien, en 1612, cansado de pagar los elevados precios que imponían los cerveceros de Einbeck, convenció a un productor de esa ciudad para que trasladase su actividad a Múnich. Allí, lo primero que comprobó el recién “fichado” fue que el agua era muy diferente a la que hasta entonces extraía del Krummes Wasser. Concretamente era mucho más alcalina, por lo que los cerveceros muniqueses solían secar la malta con un grado de intensidad mayor, un proceso que producía una acidez y un sabor tostado que se reveló muy adecuado para su receta.

 

Seguramente también pudo comprobar lo bien que le sentaba a la cerveza la maduración en bodegas refrigeradas con hielo traído de los cercanos Alpes, práctica habitual en la región. Sea verídica o no esta leyenda, la realidad es que la Bock –y más tarde la Maibock- nació de la unión de dos tradiciones cerveceras. En cuanto a su nombre, es muy probable que fuese una variación de término usado para referirse a las cervezas de Einbeck. Los habitantes de Múnich habrían acortado y cambiado la pronunciación transformándolo en Bock, una palabra que en alemán significa macho cabrío, de ahí que muchas cerveceras usen esta poderosa imagen como reclamo de la especialidad.

 

Con un importante contenido alcohólico y el carácter maltoso tradicional de la baja fermentación bávara, las principales diferencias de la Bock de mayo con otras Bocks radican principalmente en su color claro -puede ir desde el dorado hasta el cobrizo- y en su gusto más limpio, pudiendo apreciarse la variedades nobles de lúpulo alemán, especialmente en el final fresco y seco.