Por: María Nieto

La fidelidad es un bien escaso en los tiempos que corren, y los músicos lo saben. Es complicado mantener a los seguidores a tu lado y llenar las salas en las giras, es complicado vender discos y, si me apuras, hasta es complicado grabarlos. Pero Los Coronas llevan casi 30 años congregando a sus fieles en torno a las guitarras más rápidas a este lado de la frontera, y eso, amigos, eso es fidelidad de la buena.

Hacía algún tiempo que los madrileños no se dejaban caer por tierras herculinas, pero sus parroquianos no olvidan, y acudieron devotos al oficio. La música es una religión poderosa, y dejarla es una misión imposible. Así que el Garufa Club presentaba un aforo francamente intenso esperando que el quinteto saliese a escena.

 

 

Ataviados con su uniforme reglamentario -camisas rojas con toques mexicanos y texanos, sombrero, pantalones vaqueros y botas-, saltaron a escena dispuestos a convencer a los congregados de que “Señales de Humo”, su último trabajo, es una revolución necesaria en su estilo. Pero como Los Coronas son sabios, comenzaron con algunos de los temas que les encumbraron al Olimpo de las bandas reverenciadas por “los que entienden”, arrancando con “Pincho Moruno” y pasando “Cleopatra Stomp”.

Con los fieles ya rendidos a la liturgia, Fernando Pardo toma la palabra. Que una banda instrumental cuente con un frontman tan dicharachero y empático no deja de resultar paradójico: Pardo cuenta chistes y es gracioso, lanza puyas y hace sonreír, bromea con el público y se lo mete en el bolsillo, y presenta sus compañeros como el predicador que convence a los presentes de que están frente a un auténtico milagro. Su palabra es ley, y es una ley inquebrantable.

 

Los Coronas en Garufa Club

 

Suya fue la responsabilidad de dar paso a los temas del nuevo disco, con “A Tope de Amor y Lujo”. Y aquí es donde la fidelidad, ese bien escaso, pasa a convertirse en algo más. Porque Los Coronas suenan a Los Coronas, sí, claro. Es surf rock con ciertos tintes garajeros y eso es indiscutible. Pero “Señales de Humo” tiene también aires de rumba y copla, sonidos disco -sí, es posible, créanme, y además engancha- y mucho descaro y desenfado. Porque ser fiel a uno mismo pasa, necesariamente, por asumir la propia evolución, sobre todo si esta te lleva a un territorio tan interesante como el que habitan Los Coronas de 2018, mucho menos rígidos y encorsetados que los de 2010, por ejemplo.

 

 

La banda juega y se divierte sobre el escenario. Versionan a Elvis y se atreven a darle caña a la trompeta -esa trompeta ucraniana que podría ser de Coristanco a juzgar por la retranca- con “Bésame Mucho”, coreografían entre ellos pasos imposibles y hacen jugar al público con sus bajadas y subidas. Están disfrutando, y es contagioso.

Una hora y media después Pardo anuncia el fin del concierto, pero permite al público elegir: “¿Rollings o Beatles?”. Da igual, por qué elegir si tu banda es un cómputo de virtuosos capaz de fusionar el “Day Tripper” de Lennon, McCartney, Ringo y Harrison con el “Paint it Black” de Sus Satánicas Majestades.

 

Los Coronas en Garufa Club

 

Sin duda las “Señales de Humo” de Los Coronas son un soplo de aire fresco en el actual panorama musical, donde todo es necesariamente nuevo o irremisiblemente aburrido. No todas las bandas pueden decir que han sido capaces de reinventarse sin perder de vista su propio estilo. Ya saben, la fidelidad, que es un bien escaso.

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