Texto: María Nieto

Cuando, hace algo más de dos años, Carolina Durante empezó a hacerse un hueco entre los hervideros musicales muy pocos apostaban por ellos más allá de una moda juvenil y pasajera. Está claro, después de ver su llenazo de la Sala Capitol, que esos pocos acertaron y la gran mayoría erró su tiro. Porque sí, Carolina Durante llenó la Sala Capitol el viernes. Llenaron y triunfaron. Así de sencillo.

Los encargados de caldear el ambiente fueron Yawners, que al día siguiente actuaban en Lugo en solitario -su concierto en la sala HoGruf tuvo que ser finalmente trasladado a la Clavicémbalo porque el invierno gallego no tiene piedad ni con las bandas de jóvenes talentos-. Yawners son pura energía y emoción post adolescente. Un dúo que logra que su directo suene como el de una enorme banda gracias a un buen puñado de distorsión y un todavía mayor puñado de talento. Saltaron al escenario con la sala todavía mediada y arrancaron con cierta timidez, pero el talento se mide en arrobas de valentía y a estos chicos les sobra. En menos de 5 minutos habían perdido todo miedo al enorme aforo de la sala y habían conseguido que su sonido -un poco Weezer, un poco Green Day de los 90, un poco propio- convenciese a propios y extraños. Mención especial para “I’m not gonna miss you anyway”, un sencillo que, definitivamente, es más de lo que parece, que recuerda a lo mejor de Elastica y que, sin duda, los catapultó al imaginario de los Boomers y Millenials presentes en la sala -más de los esperados en un principio-.

El talento de los Yawners hizo que el momento de saltar al escenario para Carolina Durante fuese un pequeño camino de rosas: el público pedía más, y ellos venían dispuestos a darlo. Los de Diego Ibáñez suben a la tablas entre distorsiones, con la sala llena y las luces en modo estrobo, y el público se deshace en aplausos y vítores. Son un fenómeno, es indiscutible… pero han venido a demostrar que son, además, una banda curtida en el directo, y no piensan dejar escapar la oportunidad.

Sus temas son himnos, cantos desesperados a la juventud de una generación que no ha encontrado su sitio y pelea por hacerlo. Son irreverentes y punkis, pero son, sobre todo, representativos: empatizan con su público y consiguen retratar una realidad que, nos guste o no, se repite cada década: necesitamos referentes, y ellos lo son. Jóvenes, algo cínicos, con talento y sobre todo sin pretensiones. Les gusta lo que hacen y se contagia esa energía. Una energía que, por cierto, es absolutamente inagotable. Carolina Durante concatena un tema con otro casi sin respirar, con celeridad, con urgencia, como debe vivirse cuando la veintena está asomando todavía.

Parecen tener miedo de dejar de existir si dejan de tocar, de cantar, de llenar de sonido una Sala Capitol rendida a sus pies desde el inicio. Ellos, como la galán de la película, nos tenían ya con el “Hola”. Pero con este directo incontestable nos han convertido en devotos.

Son la vida misma, y así son sus canciones, que lo mismo hablan de fútbol –“Himno Titular”– que de la infancia que se aleja –“Cuando Niño”– o de la sensación de vacío sentimental –“Falta Sentimiento”-. Porque no hay temas pequeños, porque todo merece ser contado, con ese sonido que recuerda a Los Nikis -pero no-, que evoca a Los Refrescos -pero no-, que parece salido del imaginario de aquellos primeros Siniestro Total de Costas -pero no-. Carolina Durante son una creación única y propia, que bebe de mil fuentes y de ninguna se empapa. Nuevo. Fresco. Diferente.

Con “Las Canciones de Juanita” el estallido ya no tiene marcha atrás. El público demanda más y más y “Nuevos Vicios”, un tema de estreno más que reciente, es lo que necesitamos. Carolina Durante son poetas disfrazados de juerguistas -que es, sin duda, el mejor disfraz para los poetas-. De lo contrario, cómo se explica un verso de estribillo del calibre de “si supieseis cómo soy no me querríais tanto”.

Suenan “No tan jóvenes” y “La generación vacía”, y se constata lo inevitable: estos chicos son tan afines a su generación como críticos con ella. Directos como una bala pero capaces de rimarla para que entre mejor, como una Mary Poppins con zapatillas deportivas -que, por cierto, a fuerza han de renovar cada poco, a juzgar por las carreras y saltos que Ibáñez se mete en el escenario.

Los himnos consagrados cierran el directo: “Perdona, ahora sí que sí”, “Cayetano” -con un pequeño y político cambio en la letra, que desata la locura en la Capitol- y “Joder, no sé” dan por concluido un concierto sin bises, que enciende sus luces al ritmo del clásico de colegio religioso “Viva la gente”, demostrando lo que algunos supieron al principio: el punk es una actitud, todas las generaciones necesitan un referente sonoro de la irreverencia y la rebeldía, y estos chicos han llegado para quedarse. Larga vida a la señora Durante.