Texto: María Nieto

¿Quién dice que el punk ha muerto? En todo caso, si me apuran, ha transmutado, se ha adaptado al devenir de los tiempos y ha conseguido absorber lo mejor de otros estilos, otras sensibilidades y otras maneras de entender la música. Pero sin perder identidad (que ya tiene su mérito)

Pues exactamente eso son Biznaga. Los madrileños se presentaban en la Sala Mardi Gras de A Coruña con su pequeño bebé vinilo bajo el brazo y ganas de fiesta, y cumplieron con lo prometido.

La noche arrancaba con Sin City Devils. La banda, con raíces herculinas, salía al escenario dispuesta a dar buena cuenta de 25 expeditivos, cañeros y super vitaminados minutos de directo. Si Los Ramones se hubiesen rapado sus lustrosas melenas podrían haber sido un espejo de estos demonios tatuados, guitarreros y contundentes que saltaron y vibraron con cada acorde con una emoción propia de quien arranca en la profesión, pese a sus tablas.

Una guitarra excepcional en ejecución y en actitud -con bajada al público incluida- y la dedicatoria de “Last of my generation” a Anita Vizoso, uno de esos personajes coruñeses que son al rock herculino lo que el frío a una buena Estrella Galicia (o sea, imprescindible) convierten sus minutos sobre el escenario en el aperitivo perfecto para disfrutar de los Biznaga, que tienen clara la actitud que el punk debe tener en el siglo XXI: hemos venido a jugar, Mayra. Y vamos a hacerlo bien.

Por eso el batería declara incondicional su amor a una Galicia en la que se siente como en casa “salvo por en licor café, que nos lo dais para que hagamos un poco el ridículo y a casa, ¿verdad?”.

Suenan a Los Nikkis y a los Sex Pistols… pero no. Suenan a Carolina Durante… pero no. Suenan a todo lo bueno porque estos chicos son buenos, así, sin paliativos, y tienen “Sentido del Espectáculo”. Como concepto, y como disco, porque así se llama si segundo LP, recién salido del horno. Once temas que hacen sonar -no todos, eso es cierto- ante una Mardi Gras que baila enfervorecida, porque el punk, amigos, es eso. Es tocar temas pegadizos como “Mediocridad y Confort”, es bailar agitando la cabeza, es beber cerveza fría con los amigos y es santiguarte antes de arrancar un nuevo tema, porque eres un iconoclasta y tocas la batería como si lo fuesen a prohibir.

Fue un concierto corto -y fue una pena que así fuese- pero fue bueno, muy bueno. Casi como una terapia, o al menos así lo vivió el bajo, que anunciaba con alegría “ayer me despidieron y hoy es el día más feliz de mi vida. Bueno, el más feliz no… pero casi”.

“Centro Dramático Nacional” también tuvo su hueco en la noche coruñesa de los Biznaga, que hicieron sonar “Fiebre” y “Cul de Sac”, pero fue “Una ciudad cualquiera”, el segundo track de su segundo álbum -los segundones son los grandes triunfadores más veces de las que nos gusta admitir- el tema elegido para elevar hasta el techo al respetable. Y para cerrar la noche. Corta, sí. Pero intensa. Como los buenos temas punk.