Texto: María Nieto 

 

En la escala militar el sargento es un mando intermedio. En la musical Morgan está muy por encima de un rango intermedio, y por eso la Sala Capitol se rinde a sus pies nada más arrancar -con algo de retraso- su concierto.

El retraso no es por la banda. Es por la cola. La enorme cola que espera para entrar en una sala abarrotada hasta la bandera. Y eso que la noche compostelana, como la de Invernalia, es oscura y alberga el horror del enésimo temporal del otoño. Pero mientras fuera arrecia el viento dentro la cálida brisa del soul -pura alma- de Morgan genera un clima agradable y casi místico en el que dejarse querer.

Arranca la banda y entre el público las sonrisas se amplían. Morgan generan un estado de embriaguez tierno y casi hipnótico, como el primer amor, como jugar con un cachorrito, una mezcla de suavidad y fuerza perfectamente orquestada para que la noche se haga corta, para que las horas se deslicen como sirope. Antes de que Amaia de España convirtiese la “riquiñez” en mainstream, Nina de Juan encarnaba el concepto a la perfección y conquistaba los corazones de los amantes del soul con esa voz absolutamente paranormal encerrada en un cuerpecito contenido. Ella sonríe con la misma facilidad con la que entona, haciendo que ambas cosas parezcan más fáciles de lo que realmente son, y explica, con esa dulzura que provoca calorcito dentro, que Air (2018), su segundo trabajo, le gusta más que el primero porque, ahora sí, han encontrado su voz.

Y qué voz. 

Ella lo llama “lo que viene siendo la onda”, pero más que una onda es todo un tsunami. Air funciona en directo como una bala directa al corazón, impacta y deja boquabierto, sin tiempo de reacción para pensarlo. Sencillamente conquista.

 

 

 

Desde que, en 2015 Nina, Paco López y Ekain Elorza dieron forma al germen de Morgan la banda no ha parado de girar. Y eso que, según la propia Nina explica, el plan no pasaba por convertirse en el secreto peor guardado y más difundido en los ámbitos culturales. Al trío original se sumaron Alejandro Ovejero y David Schulthess, y ya como quintento se volvieron imparables. 2018 ha sido su año, y los festivales de toda España les han encumbrado a lo más alto.

Pero Morgan son carne de sala, y es en ese escenario donde se convierten en leyenda. Donde se sonríen entre ellos, donde Nina despliega todo ese talento -el musical y el otro, el que la convierte en esa persona que querrías invitar a tomar algo, el que hace que, cuando se levanta a cantar, mueva las manos en ese gesto contenido que encierra tanta fuerza-.

Suenan increíbles y disfrutan sobre las tablas. La Sala Capitol se ha rendido ya cuando, al terminar los acordes de “The Child”, Carolina pide perdón “por haber sonado un poco raro. Es que me acabo de comprar este teclado, que es muy bueno, pero claro, yo solo lo se tocar así un poco aporreando, y he tocado un botón y… bueno, que es un teclado muy bueno, lo estoy usando por dejado de sus posibilidades”. 

 

 

Ahora todos nos preguntamos cómo sonará ese instrumento si lo eleva a todo su potencial… ¿implosionará el universo? Porque con “Home” ya ha faltado poco para que eso pasase. Así de potente es el embrujo de esta banda, que tiene ese carisma tan poco común que convierte a los artistas en seres mitológicos.

La noche transcurre entre partituras y requiebros de voz, con un tono mucho más festivo y alegre de lo que, a priori, se asocia a ese sonido americano que Morgan domina tan bien, pero a punto de dar por cerrado el directo los primeros acordes de “Sargento de Hierro” hacen que el respetable contenga el aliento: pocos temas condensan tan bien el espíritu de un estilo musical, y Morgan ha compuesto uno en su lengua materna. Un regalo sonoro perfecto.

Los bises -ya anunciados antes de abandonar el escenario por primera vez, en uno de esos alardes de sinceridad de Nina de Juan que la convierten en magia- arrancan con “Volver”, casi una premonición.

“No sabéis lo que es veros a todos desde aquí arriba. Somos muy afortunados”, dice Nina de Juan antes de dar por cerrado el directo. Y lo que no sabe es que los presentes nos sentimos, como mínimo, igual de afortunados esta noche.

 

 

 

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