Por: Beatriz H. Viloria

 

Noviembre es uno de los meses más calientes en la agenda de conciertos de cualquier ciudad, pero la capital se lleva la palma la mayoría de las veces. Y un viernes de este mes puede ocurrir que se den más de tres bolos interesantes en Madrid, pero un buen puñado de almas se decantaron este fin de semana por ir de viaje al centro de la nostalgia. 

Y a la cabeza de dicha travesía se encontraban The Coral, banda que comparte raíces con los Beatles y que, aunque quizás no nos hayamos dado cuenta, lleva casi dos décadas entre nosotros. Y, aún así, sus visitas a España han sido más bien escasas, por lo que su paso por Changó Club fue cita obligada para un público muy británico y, por qué no decirlo, en su mayoría cercana a los 40. 

Los británicos ofrecieron un set rápido y concentrado, no fuera a ser que nos quedásemos en el pasado y nos costara horrores volver de él. Porque The Coral traían disco nuevo bajo el brazo, Move Through the Dawn, pero un equilibrado repertorio dio cuenta de la que ya es una extensa discografía. Aún así, títulos más recientes como “Outside my Window”, “Reaching Out for a Friend” y “Eyes Like Pearls” ya sonaron a clásicos instantáneos. Todas encajaban en la historia de una formación cuya calidad en el estudio se traduce en un directo impecable, donde la buena acústica de Changó era un grandioso plus. 

 

 

Parcos en palabras, James Skelly y los suyos encadenaron novedades y joyas pasadas que levantaron al personal, registrándose algunos de los picos más pronunciados de tarareo y cabeceo con “In the Morning”. Las brillantes y limpias melodías de “Jacqueline” convivieron con los llamativos contrastes entre la carga de fuzz de “Holy Revelation” y la creciente atmósfera de “Miss Fortune” –ambas de su penúltimo álbum, Distance Inbetween (2016)–, una transición donde la banda se entregó a la improvisación, deliciosos minutos de tensión en los que se estiraban los temas, para mayor gozo de los presentes. 

La psicodelia sesentera más evidente de Butterfly House (2010) hizo acto de presencia de la mano de “1000 Years”, de los momentos más corales –nunca mejor dicho– del sexteto, que resolvería la noche con artillería pesada. Se vinieron arriba banda y público con los contundentes riffs de “Stormbreaker”, acabando en aplausos y vítores que exigían el regreso de The Coral a las tablas. Y vaya si volvieron, pues todos regresamos a su debut homónimo 2002 para jugar a placer con “Goodbye” y encima enganchar con “Dreaming of You”, el flashback definitivo y emblema de un grupo cuyos elegantes arreglos y buen gusto deberían prodigarse más a menudo por nuestras salas. Hasta la próxima, soñaremos con ellos, sin duda.