Low y Elle Belga en American Autumn

Por Elena Rosillo

Se aguardaba con expectación esta nueva noche de American Autumn en Madrid. La ocasión de ver a Low en directo no suele darse con frecuencia; menos aún, celebrando sus 25 años sobre el escenario. Un cuarto de siglo que la banda de Minnesota ha celebrado con el lanzamiento de su doceavo álbum de estudio, Double Negative (Sub Pop, 2018). Un LP de once temas brillantes y abrasivos, entre los que podemos encontrar el que dicen que es, quizás, el tema más pop de toda su carrera.

 

 

Abrían la noche, puntuales y concisos, los asturianos Elle Belga, dúo acústico que destaca por haber rescatado la voz del que fuera vocalista de la mítica banda Manta Ray, José Luis García (Josele), en esta ocasión también a la guitarra, y Fanny Álvarez (Fanny y los Dandys). A pesar de provenir de escenas distintas (él, indie, ella, mod) del llamado Xixón Sound, la pareja, prolija en lanzamientos discográficos, se remontó en esta noche de otoño americano hasta las semillas más folk del cancionero ibérico. “A cabalgar, a cabalgar…” cantaban, rememorando a Paco Ibañez y Rafael Alberti, para terminar una actuación rápida y directa a la raíz.

 

Elle Belga en American Autumn

 

El escenario quedaba así suficientemente enternecido para la llegada del trío de Duluth: Alan Sparhawk a la guitarra y voz, con ceño compungido y pose encorvada; Mimi Parker, batería y también voz, serenamente impertérrita en una batería tocada con mazas que jamás se escuchó tan comedida y certera; Steve Garrington al bajo, supliendo el hieratismo de la pareja con algo más de movimiento. Todos, de riguroso negro, ciñéndose a ese Double Negative que tanto epató a la crítica hace apenas quince días, en el momento de su salida al mercado, dejando caer entre medias algunas de sus perlas más históricas.

 

Low y Elle Belga en American Autumn

 

Escuchar a Low supone verse inmerso en una liturgia tormentosa. Traspasar el humo y el ruido de los registros más bajos para acceder a otro mundo envuelto en llamas acariciantes. Un mundo en el que el ruido se entremezcla con luces rojas y una guitarra que deriva entre la pesadilla y el anhelo. La sangre espesa que palpitaba en el Drácula de Coppola brotando de las lámparas discotequeras de la But; las únicas insolentes capaces de mantener el movimiento en el silencio confesional del público madrileño, que comenzaba a cabecear, siguiendo el ritmo, tímida y constantemente.

 

Low y Elle Belga en American Autumn

 

Minutos extensos de ruido. Una tormenta que termina con el delicado arpegio de Alan y los riffs de bajo de Steve. De nuevo, el mantra, inevitable, hundiéndonos en la atmósfera humeante del incendio. Suena entonces la voz de Alan cantando que Its not enough”. No es suficiente, nunca es suficiente. Podías llegar a imaginar el proceso de composición de los temas en la cadencia de entrada de los instrumentos en las canciones, que se rompían – al igual que la producción del disco, consensuadamente rota a manos de B.J. Burton – mientras las luces giraban a sus espaldas, como en una secuencia de Le Ballet Mechanique.

 

Low y Elle Belga en American Autumn

 

Sigue subiendo la tensión. Te tiembla el pecho con el estruendo de los bajos. Se te mete dentro. Respiras y hueles el humo e incluso la guitarra de Alan, que se la come, enganchando las cuerdas de metal con sus dientes. El canibalismo acaba con una balada de Mimi, aderezada tan solo con un leve arpegio. Se acaba el concierto, y la gente grita, pide más. Salen, vuelven a entrar. Tan solo regalan agradecimientos (a aquellos que han trabajado para realizar el bolo, al técnico de sonido, a sus compañeros de viaje, al público). Se despiden confesando que I need your grace”. Una balada entre la sinergia y el humo. Y nada más.

Desaparecen del escenario mientras nosotros dejamos de tener miedo a los relámpagos de la tormenta, encarnados en trío de Minnesota.

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