Texto: Pablo Luque

 

No siempre es necesario que una banda esté formada por muchos músicos para conseguir un sonido contundente, pesado, grande. Se tiende a pensar que cuantos más instrumentos se añadan, mejor; pero si los intérpretes saben dominarlos, sacar el máximo de estos y explotar todas sus capacidades, con un bajo, una batería y una guitarra es más que suficiente. Russian Circles son la prueba de ello.

 

La sala madrileña Shoko Live acogió la primera noche del ciclo 100% Psych  que por segundo año da cabida a propuestas musicales más experimentales y arriesgadas. Los encargados de abrir la noche fueron Cloakroom, un trío de Indiana que a pesar de una presencia sobre el escenario bastante estática, llenaron por completo la sala con dosis de rock progresivo en el que se alternaban pasajes suaves repletos de reverb con partes mucho más metálicas cargadas de fuzz. El único micrófono que hubo esa noche sobre el escenario fue el de su cantante y guitarrista, Doyle Martin.

Russian Circles en el 100% PSYCH

Y es que tras un breve receso aparecieron entre luces difusas Russian Circles, el trío instrumental de Chicago. Ante una Shoko Live llena comenzaron su descarga sónica con “Asa” y con “Vorel”, las dos canciones que abren su último disco “Guidance”.  La guitarra de Mike Sullivan dibujaba melodías que se iban superponiendo gracias al magistral uso de los loops, mientras Dave Turncrantz guiaba a través de las complejas estructuras con su batería y el bajo de Brian Cook (también teclado en momentos puntuales) completaba la paleta sonora con precisión milimétrica y contundencia.

Russian Circle 100% PSYCH

Por momentos graves, pesados, por momentos luminosos y sublimes, los temas de Russian Circles se podrían categorizar como post-rock o post-metal, pero realmente van mucho más allá de eso. Dentro de cada pieza, durante más de cinco o seis minutos cada vez, llevan al oyente a muchos sitios diferentes: toques arabescos, contratiempos, tapping o pasajes que recuerdan al metal más clásico; estos músicos no necesitan tocar a toda velocidad ni ser súper virtuosos. Saben qué es lo que se les da bien y lo perfeccionan para crear historias que suben y bajan en intensidad, que tienen momentos brutales y otros delicados; dominan los elementos con los que trabajan, son conscientes de lo que son capaces de hacer y de lo que no, algo que no siempre ocurre pero que marca las diferencias entre las bandas realmente grandes y las que se quedan a medio camino.

 

Tras aproximadamente hora y media (bis incluido) los de Chicago se retiraron entre aplausos, pero quedó flotando en el ambiente la sensación de haber asistido a algo único. Russian Circles demostraron que, a veces, menos es más.