Hace 17 años, el Deportivo se jugaba la que podría haber sido su primer campeonato doméstico. El deportivo dependía de si mismo, y con una victoria frente al Valencia, sería campeón. Por otro lado jugaba el Barcelona, que necesitaba ganar y que el Deportivo no ganase. Todas las miradas estaban puestas en el 0-0 de Riazor, con un deportivo volcado a por el gol, y el Valencia defendiéndose con uñas y dientes, como si de una final se tratase. En una de las muchas jugadas de ataque, derriban a un jugador blanquiazul en el área y pitan penalti. Donato, especialista los tiros de los 11 metros, había sido sustituido, y el encargado fue Djukic.

Todos los corazones deportivistas estaban en la bota derecha del defensa, cada paso que daba hacia el balón, los corazones más rápido latían, hasta que el balón llego a su destino, las manos de Gonzalez, que todos los corazones cayeron para romperse en mil pedazos, sobretodo sabiendo que el Barcelona iba ganando. La liga se fue para Barcelona.

17 años después, no es la liga lo que está en juego y todo deportivismo espera que el "premio" del descenso, se vaya, como ese año, para otra ciudad que no sea Coruña.

El deportivo depende de si mismo, si gana, se salva. Con el empate y la derrota, necesita una carambola para seguir en primera el año que viene.